Capítulo IV

2.6K 272 23
                                    

Thomas no sabía cómo lo había hecho para soportar las casi 5 horas de viaje desde la mansión Frost a la Woods con Jamia prendada del brazo y Arthur sentando en frente de ambos mirándola con odio. Pero lo había hecho y ahora estaba terminando de alistarse para bajar al gran salón. Seguía sorprendido ante la alta convocatoria que el cumpleaños de un Frost podía tener aunque quizá era por el asunto del compromiso o por la lujosa mansión a la cual estaban invitados, fuera como fuera habían alrededor de 200 personas entre el gran salón y el comedor principal, todos vestidos con enormes vestido y ataviados trajes.

— Sólo un poco más Thomas, deja que te acomode la chaqueta por favor; tienes que verte bien hoy —su madre intentaba terminar de arreglarlo, puesto que no había dejado que las mucamas de Arthur hicieran esta tarea.

— ¿Por qué tuvo que venir ella, madre? —suspiró Thomas, volteándose al espejo para verse dentro del traje color verde musgo que contrastaba de maravilla con sus ojos.

— Porque es tu prometida, además si no venía Jamia ¿Con quién bailarías tu vals? —Sonrió ella, parándose junto a su hijo y admirando su imagen en el espejo— Te ves estupendo hijo, qué afortunada es esa muchacha —agregó dándole un beso en la mejilla y yendo hacia la habitación continua para terminar de arreglar su maquillaje.

Bufó enormemente, bajándose del pequeño estrado donde había estado parado y se lanzó sobre uno de los sofás con fuerza, desembarazándose de la corbata y mirando de reojo la solitaria habitación. La casa de Arthur era hermosa, desde un comienzo se había enamorado de ella pero lo que más le gustaba de ese lugar era la enorme biblioteca donde había pasado más de una tarde de verano en compañía de Arthur.

Y Arthur… la parte más dura de todo esto era tener que dejarlo a él, alejarse por completo de su primer amor y decirle hola al suplicio de vivir amarrado junto a alguien que no amaba. Bajo amenazas.

Pero en fin, luego de un par de suspiros y bufidos se levantó del mullido sofá para verse una vez más en el espejo de cuerpo entero antes de bajar por las enormes escaleras hasta el gran salón. Jamia podía esperar, el compromiso podía esperar. Esta noche era de él y Arthur, y ni ella ni nadie podrían impedirlo. Se sonrió a sí mismo ante su resolución y salió al pasillo con alfombrado caoba.

— Thomas… pss Thomas… -—escuchó un murmullo a sus espaldas y sonrió al reconocer la voz que lo llamaba, sus ojos buscaron una puerta entreabierta y luego de buscar sobre tres de ellas encontró una con una sonrisa asomada.

— ¡Arthur! —exclamó con una enorme sonrisa en sus labios, para luego voltear con cuidado y correr hacia la puerta, entrando y cerrándola a sus espaldas.

Al entrar a la habitación se vio sorprendido con un beso en los labios, sus manos subieron hasta posarse sobre las mejillas del contrario alejándolo por unos momentos y sonriéndole con su frente pegada a la ajena antes de volver al beso.

— ¿Dónde estamos? —Thomas preguntó aguantando una carcajada, no sabía como pero siempre que estaba con Arthur su ánimo subía a las nubes y era capaz de estar sonriente todo el tiempo.

— En mi cuarto amor, si te fijas está todo listo para esta noche —susurró a su oído, haciendo que al menor se le erizaran los pelos de la parte posterior de la cabeza.

Y los ojos del menor se pasearon por el lugar, encontrándose con una enorme cama con bisel cubierta con cortinaje y cubrecamas color rojo en el medio de la habitación. Un largo camino de pétalos de rosa que conducían desde donde estaban ahora parados hasta la cama, una botella de vino con dos copas en la mesita de noche y velas por todo el lugar. En una de las paredes había un enorme ventanal con cortinas siendo movidas por el viento, el cual conducía a un balcón con vista a la costa.

— Wow… todo esto es hermoso, perfecto —susurró besándole los labios una vez más— Pero Arthur ¿Qué haremos con Jamia entonces? —agregó frunciendo los labios.

— Eso también está cubierto amor, una de las mucamas la conducirá a su habitación la cual ubiqué bastante lejos de esta, en la primera planta y se quedará toda la noche haciendo guardia fuera de su puerta para que no salga —le guiñó un ojo besándole la punta de la nariz y luego los labios.

— Estupendo ¿Hace cuánto estabas planeando todo esto Arthur? —río entre dientes, el contrario sólo sonrió y lo besó sobre los labios— Tomaré eso como un ‘hace mucho tiempo’ —se mordió los labios— ¿Por qué no le damos uso a todo esto ahora y lo volvemos a reutilizar más tarde, eh? —susurró al oído del contrario, levantando una rodilla hasta la entrepierna de éste.

— No sería apropiado amor, además ya deberíamos estar abajo. Después de esto estaremos juntos hasta el amanecer, como la otra noche ¿Recuerdas? —el menor asintió besándolo en los labios— Muy bien.

— Antes que bajemos, ponme el relicario ¿Sí? —murmuró besándole la comisura de los labios, alejándose para sacar la cadena del bolsillo interior de su chaqueta y luego depositándola en la mano del contrario.

*

El gran salón se veía tan diferente a como lo había visto las veces anteriores. Ahora mismo estaba despojado de muebles y cuadros, con unas cuantas mesas llenas de comida y decoraciones en las paredes. Lo más choqueante era la gente, las muchas mujeres con sus enormes vestidos y los hombres con sus relucientes trajes. Aun había un hombre en la puerta haciendo entrar a las parejas y otros cuantos en la caballeriza alimentando a los caballos que habían traído los carruajes.

Los ojos de Thomas se clavaron en la pared contraria cuando comenzó a bajar la escalera junto a Arthur, mientras su mano izquierda jugueteaba con las florituras del relicario. Podía escuchar con claridad los miles de murmullos de mujeres y hombres sobre el cómo se veían él y Arthur. Y los muchos halagos hacia el mayor, recordando cada vez que estaba soltero y que ellas también. Arthur recibía estos comentarios con una sonrisa mientras avanzaban entre la multitud, pero para Thomas era más complicado asumir todo eso.

Después de unos momentos haciendo acallar los murmullos, Arthur se hizo un espacio entre la multitud y alzó la voz.

— Bienvenidos sean damas y caballeros a la mansión Woods —muchos murmullos sobre los lujos presentes en el lugar comenzaron a escucharse, pero Arthur los hizo callar con un teatral gesto de la mano— Quiero que quede claro que esta convocatoria no es por mí, sino por mi buen amigo Thomas Frost que esta noche, pasada la medianoche cumple años. Además anunciar su compromiso con la  señorita Jamia.

Y de pronto ella alzó una mano y haciéndose espacio entre la multitud se apegó a Thomas que la miraba con los ojos entreabiertos, la chica sonrió enormemente y luego tomando las mejillas del avellana entre sus manos, lo acercó a la propia para besarlo sonoramente en los labios.

— Eh… Bueno —Arthur habló nuevamente, haciéndose escuchar entre los miles de murmullos que estaban de acuerdo en que la joven pareja se veía de lo mejor juntos— Sin más que decir, bienvenidos sean y espero que esta sea una noche memorable para todos ustedes.

Claro que sería memorable. Tanto para los asistentes como para Thomas, Arthur y Jamia. Demasiado memorable. Quedaría plasmado en sus memorias y desencadenaría una serie de eventos en el futuro próximo y el no tan próximo.

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora