Capítulo VII

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Año 2012

Belleville, Nueva Jersey. Estados Unidos.

— ¡NO!

Su voz pastosa por la agitación y el cansancio resonó en la vacía habitación, estaba sentado sobre la cama, con los ojos pegados en la ventana de en frente donde veía las ramas moverse con violencia producto de las ráfagas invernales y tenía el cuerpo cubierto de un frío sudor gracias al miedo por las pesadillas. Parpadeó un par de veces antes de lograr pasear la vista por el lugar.

Estaba solo y a salvo. No había rastro de la hoguera, de la multitud que gritaba cosas irracionales o de ese hombre de ojos esmeralda que le sonreía con calma a pesar de que su cuerpo ardía en llamas…

Pudo ver también, aunque como observador omnisciente a una muchacha muy familiar, aferrando a un relicario entre sus delgados dedos… colgando de un enorme árbol. Se había suicidado y tenía que ver con ellos, ella era su prometida, la había visto antes.

— Fue sólo un sueño Frank, el mismo sueño de siempre, pero sólo eso.

Se dijo decidido, asintiendo un par de veces para darse seguridad y quitando la mano que tenía aferrada contra su pecho, para sentir sus latidos. Ahora miró al reloj en la mesita de noche, eran las 4:50 de la madrugada y tenía que despertar dentro de unas horas para ir a desayunar con su único amigo. Así que con un fuerte suspiro y repitiéndose una vez más que había sido sólo un sueño, volvió a dormirse.

El sonido del despertador volvió a hacerlo saltar en la cama, arrastró perezosamente una mano hasta éste y lo apagó. Eran las 10:30 de la mañana y tenía que esperar a su amigo a las 11:00 de la mañana. Aun con los ojos cerrados se lanzó fuera de la cama y rascándose uno de los glúteos se adentró en el cuarto de baño.

Su pijama salió disparado a uno de los rincones y pronto sintió el agua medianamente tibia, justo al punto, cayendo por su cuerpo y llevándose los recuerdos de las pesadillas.

Con una sonrisa se encaminó de vuelta a su cuarto y tomando una camiseta polo junto con unos pantalones de tela gris, regresó al cuarto de baño para acomodar su cabello.

— Buenos días Frank Iero.

Le dijo al reflejo en el espejo luego de lavarse los dientes, escuchando el timbre de la puerta principal justo al tiempo que regresaba a su habitación para abrir las grandes ventanas.

Rápidamente atravesó el pasillo con las múltiples habitaciones en el segundo piso y bajó por la gran escalera de mármol que conectaba toda la casa, el primer piso era igual de grande y todo el lugar estaba completamente vacío a excepción de Frank Iero.

El señor Cheech Iero había muerto hace un par de años producto de un infarto y Linda Iero, producto de esto y de la mala relación con su hijo producto de la sexualidad del mismo, había decidido regresar a su tierra natal Italia, alegando que su familia murió el día en que el corazón de su esposo dejó de latir.

A Frank Iero no le afectaba demasiado la elección de su madre, puesto que también había perdido su familia ese día y era gratificante poder quedarse solo en la enorme casa de los Iero que ahora estaba a su nombre junto con una enorme suma de dinero en su cuenta bancaria.

Como estudiante de último año de Derecho en la Escuela de Leyes le venía bien el tener un buen apellido y una buena suma de dinero respaldándole, además no se sentía solo puesto que nunca había sido de muchos amigos.

Sólo conservaba a Ray quien era como su hermano desde que ambos eran nichos, con quien compartía múltiples gustos y quien lo había aceptado a pesar de todo. Para Frank Iero, Ray Toro era su única familia.

— ¿Entonces dices que volviste a soñar con eso? Frank, desde que comenzamos a tener confianza como para contarnos este tipo de cosas que sueñas con eso y eso fue hace ¿10 o 11 años?

Su amigo frunció el ceño mirándole preocupado, sabía bien que papel desempeñaba en la vida de Frank y por lo mismo quería que todo estuviera bien con éste.

— Lo sé Ray… Jamia ya me ayuda con eso —sonrió tranquilo, dándole un gran mordisco a su tostada.

— ¿Jamia? ¿La psiquiatra? —Frank asintió— Oye, llevas como seis años visitando a esta tipa y no ha hecho más que hacerte gastar dinero con medicamentos y sus citas dos veces por semana, eso no es ayudar amigo, es vaciarte los bolsillos —murmuró entre dientes, llevándose luego el vaso con jugo de naranja a sus frondosos labios.

Frank bufó exasperado, siempre era la misma charla con su amigo y siempre terminaban hablando de lo mismo. Ya era molesto y repetitivo, pero no era su culpa, era Ray quien le preguntaba cosas.

— ¿Y de nuevo eras el brujo? —Ray lanzó de pronto, haciendo que un trozo de pan se atascara en la garganta de su amigo.

 Frank asintió con lágrimas en los ojos aun tosiendo. Ray lo miró unos momentos más, analizándolo mientras terminaba con su tostada y tranquilamente le untaba más Nutella a una nueva tostada, luego de darle dos mordiscos y tomar un largo sorbo de jugo volvió a hablar.

— ¿No se supone que las que quemaban eran brujas? No brujos… -—murmuró frunciendo el ceño y removiendo un poco su enorme melena castaña.

— Lo sé, se supone que fuera así —Frank se acomodó en su asiento, le gustaba dar detalles de sus sueños porque eso los hacía más real, no eran solo sueños y ya, se convertían en recuerdos.

— ¿Entonces? —inquirió Ray, tomando otro sorbo de jugo.

— Lo que pasa es que mi abuela era quien tenía los poderes, quizá antes de ella los tuvo su madre, no lo sé porque yo no logré conocer a mi abuela. El punto es que se saltaron una generación porque mi madre al ver a mi abuela, ósea su mamá siendo quemada en la hoguera renegó a sus poderes, a su apellido y a su familia. Y supongo que por eso se saltaron directo hacia mí.

Frank le miraba sonriente, esperando respuesta de su amigo, pero éste se limitó a terminar de comer su tostada, tomar una servilleta y llevarla a su boca antes de volver a hablar.

— Todo esto es muy raro Frank… —masculló mirándole de reojo.

— ¿Por qué lo dices? —alzó una ceja expectante.

— Porque cada vez son más reales… tienes una tremenda historia al cerrar los ojos amigo, podrías escribir un libro asquerosamente gordo con todo eso y créeme, sería un Bestseller.

— Ay Ray, esto no es algo bueno… es terrible, morí quemado en una hoguera junto al hombre que amaba y ella, mi prometida se suicidó colgándose de un árbol, murió ahorcada Ray y yo quemado…

— Pero aun así, sólo tienes que verlo como yo lo veo: Brujería, sodomía, engaños y muchas muertes ¡Es hermoso amigo mío! —el castaño comenzó a carcajearse pero se detuvo en seco al ver que su amigo no le secundaba, tosiendo algo avergonzado.

Frank le dedicó una sonrisa de lado y se levantó, llevando ambos vasos al fregadero y luego abriendo la puerta corrediza para salir a la terraza del primer piso. Encendió un cigarrillo y se sentó en una de las sillas, luego de unos instantes llegó Ray.

— Y… ¿Cómo te ha ido en la Universidad? —murmuró intentando sonar casual, quitándole el cigarrillo a su amigo y dándole una larga calada.

— Bien, el próximo lunes entro a mi práctica profesional y luego de cinco meses podré ejercer —contestó recuperando su cigarrillo, con la vista pegada en las baldosas blancas del suelo.

El castaño suspiró enormemente y sin saber que más decir se acomodó en una silla junto a su amigo, tomando un cigarrillo de la cajetilla abierta y dándole una larga calada.

— ¿Y a ti? —Frank preguntó luego de un rato.

— Ingeniería Civil no es fácil —bufó Ray como si eso respondiera a la interrogante— Estoy reprobado uno de los ramos por segunda vez y si no lo apruebo ahora, estoy jodido —terminó de hablar con el ceño fruncido, aplastando el cigarrillo contra el cenicero.

— Una mierda amigo, pero siempre puedes ser mi asistente cuando tenga mi propia firma de abogados —Frank murmuró con una sonrisa de lado, provocando que su amigo le lanzara un golpe en el brazo derecho.

deathless desire ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora