Capítulo 5.

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Resultó que la casa donde Leo vivía con sus padres no quedaba muy lejos de la mía. Era en la misma urbanización, a medio camino entre mi casa y la biblioteca.

-Es realmente bonita. Uau.

-Obra de mi tía. Es interiorista -comentó orgulloso.

-¿Sí? Entonces os saldría gratis.

-Regalo de bienvenida. Vive en el centro. De hecho fue ella la que convenció a mi padre.

-Un momento... Si tu tía vive en el centro... ¿Has estado antes aquí?

-Bueno, es mi casa.

-En la ciudad, digo.

Leo dejó ver una sonrisa pícara y cerró la puerta de la entrada.

-Quizás un par de veces.

-¡Leo! Me engañaste -le di un leve golpe en el brazo. Estaba realmente indignada.

-Quería pasar tiempo contigo. Eso no es ningún crimen.

Fruncí el ceño y busqué su mirada.

-¿Qué? Lo tenía todo planeado. Si la hija de la compañera de mi padre resultaba ser un cardo, le daría esquinazo. Pero resultaste ser tú. Fue una mentira piadosa.

-¿Querías pasar tiempo conmigo? Pero si apenas me conoces. -No estaba acostumbrada a que la gente se portara conmigo de esa manera. Y Thomas no contaba. Llevaba coladito por mí desde los seis años. Y realmente ya no sabía cómo decirle que no.

-Creo que en eso consiste. En intentar conocer a la otra persona.

Pasó de largo y me hizo señas para que le siguiera. Rápidamente me hizo un tour por su casa, el cual acabó en su cuarto.

-Y esta es la sala donde planeo mis crímenes. Aquí descuartizo a ancianas y guardo los caramelos que quito a los niños pequeños en el parque.

-Ja, ja. Muy gracioso. ¿Te has planteado dedicarte a la comedia?

-Sí, un par de veces. Pero no quiero opacar a los demás con mi talento.

Reí divertida. La verdad era que me caía mejor cada segundo que pasaba. Tenía un sentido del humor muy agudo, parecido al mío. Y el hecho de que estudiara lo mismo que yo había conseguido emocionarme enormemente.

Además... Había algo en él, algo que hacía que una parte de mí pensara que le conocía.

-Espera un momento mientras busco una cosa. Aún tengo que desempacar varias cajas.

Asentí y me senté al borde de su cama, observando la mesita de noche. En ella había algo que me había llamado la atención nada más entrar. Era una especie de marco de plata con un grabado realmente hermoso en francés que decía "Allá donde esté, siempre estaré a tu lado". Pero estaba vacío. Busqué la foto por todas partes, pero no la encontré.

-¿Y la foto, Leo? -pregunté sin darme cuenta. El chico rápidamente se dio la vuelta, dejando una caja en su escritorio de madera que llenaba la pared de la ventana. Se acercó a mí y quitó el objeto de mis manos.

-No deberías tocar esto.

-¿Por qué?

-Creo recordar que dijiste que no te gustaba confiar en la gente. -Guardó el marco en el primer cajón y fijó sus ojos en los míos-. Pues no te sorprendas cuando hacen lo mismo contigo.

-Yo... Yo...

Vale. Había sido muy bonito todo para ser cierto.

No pude decir nada. Leo volvió a la caja y siguió buscando ese algo que había dicho antes.

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