Capítulo 30.

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*Narra Leo*

-¿Puedo pasar? - preguntó mi padre tocando la puerta de mi habitación. Me acomodé en mi cama y exclamé que sí mientras encendía la lámpara de la mesa de noche.

-Esto está un poco oscuro - comentó mi padre entrando.

-La oscuridad me ayuda a pensar.

-Igual que a tu madre. - Mi padre hizo el intento de sonreír pero salió más como la típica cara que pones cuando hueles algo en mal estado-. Oye, Leo...

-Da igual, papá. - Negué con la cabeza, aunque sabía que probablemente no me habría visto. Me puse de pie y me acerqué hasta la ventana, levantando las cortinas y dejando pasar la luz de la tarde-. Siento... Siento haberte dicho esas cosas. A veces olvido que tú también la perdiste - susurré, tragando saliva.

-Hijo - mi padre llamó mi atención a la vez que se apoyaba en mi escritorio-. Quiero pedirte perdón.

Le miré, atónito. Esperaba que empezara a despotricar sobre mi existencia y mi gran indolencia, pero para nada que me pidiera perdón.

-¿Perdón por qué?

-Por no ser tu padre. He estado estos últimos meses comportándome como un mero desconocido, el hombre con el que vivías. No he sido el padre que necesitabas... El padre que necesitas.

Le miré fijamente durante unos cuantos segundos sin saber muy bien qué decir.

Esas palabras eran exactamente las que llevaba muchísimo tiempo deseando escuchar y ahora que lo había hecho me sentía como una mierda. ¿Cómo era posible que yo exigiera a mi padre un mejor trato cuando yo me había comportado como el mayor capullo del planeta?

Me había costado asimilar que mamá jamás volvería a estar con nosotros, al menos físicamente, pero finalmente lo había hecho, y eso me había dado la oportunidad de ver las cosas desde otra perspectiva, una más justa y realista.

-No, papá - negué con la cabeza-. Soy yo el que lo siente. Me he comportado como un adolescente incomprendido y no he sabido mirar por ti ni por más nadie. Me he comportado como un auténtico egoísta. Antes éramos un equipo. Mamá, tú y yo. Pero entonces ella se fue y nosotros nos distanciamos. ¿Sabes de qué me he dado cuenta? De que no tiene que ser así. Que tú siempre vas a ser mi padre y yo siempre voy a ser tu hijo. Pase lo que pase. Al igual mamá siempre será mi madre y yo siempre seré su hijo, aunque no esté aquí. Y eso no impide que tú y yo podamos continuar con nuestras vidas porque de ninguna manera significa que vayamos a olvidarla. A veces el seguir adelante es más difícil que el estar todo el tiempo lamentado una pérdida. Y yo quiero ser fuerte. Ella habría querido que fuera así, o al menos me gustar pensar de esa manera.

Mi padre quedó inmóvil apoyado en mi escritorio y rascó su nuca, levantando la vista del suelo para clavarla en mis ojos.

-No sé en qué momento creciste tanto - soltó, riendo con melancolía-. Tu madre estaría tan orgullosa de ti. Y me duele que se esté perdiendo todo esto. Porque ver crecer a un hijo, cómo poco a poco se convierte en una buena persona es lo mejor que podría pasarle a un padre. Y creo que no lo hicimos nada mal porque te has convertido en la clase de persona que todo padre querría que su hijo fuera.

Se alejó de la mesa y se acercó a mí, dubitativo. Apoyó la mano en mi hombro y me miro con una gran sonrisa.

-Te quiero, hijo. Y que hayas dicho eso ha quitado un gran peso que llevaba encima desde hacía meses. No he parado de pensar en que podría haber evitado todo lo que pasó, que de alguna manera las cosas podrían haber sido distintas. Y llevas razón. He querido obligarte a ser alguien que no eras, controlándote como no pude controlar nada en mi vida... Pero eres todo un hombre capaz de comprender que la vida no es perfecta, que a veces se sufre y a veces se es feliz...

-Para ver el arco iris hay que soportar la lluvia - susurré sonriendo.

-De otra manera jamás disfrutaríamos de los buenos momentos, que tienden a ser muy pocos.

Asentí, dándole totalmente la razón.

-Quiero que sepas que tu madre siempre ocupará un lugar en mi corazón que nada ni nadie podrá reemplazar, y sé que te sientes así. Pero como bien dices, tenemos que seguir adelante y ser fuertes.

Abracé a mi padre como llevaba meses sin hacer y dejé salir el aire de mis pulmones.

Mamá, allá donde estés, siempre estaré a tu lado.

-Siempre me tendrás a tu lado, Leo - susurró mi padre, casi leyendo mis pensamientos-. Y he estado pensando en algo... - Le miré frunciendo ligeramente el ceño.

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