Capítulo 18.

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*Narra Leo*

El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura.

Era la décima vez que la llamaba. El segundo día sin saber nada de ella.

¿Por qué me había colgado? ¿Por qué me había dicho que no? Estaba dispuesto a ir con ella. Seguía dispuesto a hacerlo. Pero no respondía a mis llamadas, mucho menos mis mensajes.

La posibilidad de ir a Nueva York seguía ahí. Lo había hablado con mi padre y él había insistido en que no lo hiciera, en que no era el mejor momento, que era mejor que estuviera con su familia por muy amigos que fuéramos.

Vamos, papá. Sabías que éramos más que amigos.

Aunque tenía razón. ¿Qué iba a decir? Hola, soy Leo y soy... Bueno, no sé lo que soy, pero su hija me gusta mucho.

Y eso si el pobre hombre estaba consciente.

Resoplé y me levanté de la cama, directo al baño. Tenía cara de haber dormido poco y una barba incipiente que me daba el aspecto de aspirante a vagabundo.

-Hoy vuelvo tarde - anunció mi padre pasando a mi lado cuando llegué a la cocina.- Siento que tengas que pasar solo estos días, pero te vendrá bien.

¿Ah, sí? Creo que diferíamos en nuestro concepto de lo que estaba bien.

-Sal por ahí. Ve al centro. Algo habrá que puedas hacer para conocer a chicos de tu edad - sonrió antes de tomar una gran taza de café. Puse los ojos en blanco y serví un poco de cereal en mi bol favorito. En realidad, no lo había sido hasta la semana pasada. Alex dijo que le encantaba. Desde entonces era mi favorito.

Quizás era precipitado. Quizás no debía ir tan rápido.

Pero, en realidad, yo la llevaba conociendo un par de años. Sabía cosas de ella que sólo confiaba a Jack y, lo más importante...

Sabía que la quería.

La quise desde que la saqué de aquel sótano, tan frágil y vulnerable, y la llevé a su casa, la acosté en su cama y me quedé hasta que se quedó dormida.

Pero eso no era verdad. Yo la quería desde mucho antes de ese momento.

Y ahora, el conocerla en profundidad, me había hecho darme cuenta de lo idiota que había sido por estar con Alice, por mi amistad con Jack, por no hacer nada para evitar que nada de aquello sucediera...

Pero a la vez pensaba que si aquello no hubiera sucedido, jamás la habría vuelto a ver. Jamás habríamos vuelto a coincidir.

La habría perdido y jamás me habría dado cuenta de que la quería.

De que me gustaba cómo achinaba los ojos cuando reía. De que me gustaba cómo se sonrojaba cuando le decía lo hermosa que era. De que me gustaba sentir sus labios sobre los míos, nuestros dedos entrelazados, nuestras respiraciones acompasadas...

La quería.

Y ya no tenía miedo de admitirlo.

*Narra Alex*

Tu padre está estable pero permanecerá en observación unos días. Así evitaremos mayores complicaciones. Eso había dicho mi tía en cuanto mamá y yo llegamos al hospital.

Le había dado un infarto. ¡Un infarto! No era tan mayor...

¡Anda, la muerte siempre acechando!

Me levanté de la silla de la sala de espera en la que llevaba unas dos horas sentada y empecé a deambular por los pasillos del hospital, viendo a la gente pasar, enfermos en sillas de ruedas, camillas...

Estaba realmente agotada. No había dormido en toda la noche - puñetero Jet Lag- y ni siquiera habíamos pasado por el hotel, así que ni siquiera había podido tomar una ducha para al menos no parecer parte del reparto de The Walking Dead.

Decidí bajar a la planta de maternidad. Una pizca de esperanza en un lugar tan horrible como un hospital me vendría bien.

Era increíble cómo surgían los bebés. No la parte de la semillita y demás, sino lo maravilloso que era el crear una vida, una pequeña criatura a la que protegerías con todo tu ser, amor a primera vista, un vínculo que se formaba en pocos segundos.

-Alice, vamos - escuché que una voz conocida decía a mi espalda. Esto no podía estar pasando.

-Ya voy, espera - la risa de una chica retumbó por el pasillo.

Me oculté detrás de una pared. Las voces cada vez sonaban más cercanas. Mierda.

-¡Es increíble! - exclamó ella. Los pasos cesaron y me permití asomar la cabeza para verles.

Era él.

Jack.

Y a su lado, cogida de su brazo, una chica rubia. Tendría más o menos mi edad y... ¿Estaba embarazada?

Estaban esperando el ascensor, abrazados mientras veían lo que parecía una foto de una ecografía.

-Te quiero - susurró él dándole un beso en la frente-. Os quiero.

Mi cabeza empezó a dar vueltas. Esto no podía estar pasando.

Mi piernas reaccionaron con rapidez y echaron a correr por el lado contrario del pasillo, hacia una especie de terraza. Necesitaba aire, espacio.

Esto no podía estar pasando.

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