*Narra Alex*
-¡¿Leo?! - Nada más verle, salté a sus brazos. Estaba aquí. ¡Estaba aquí! - ¿Qué haces aquí? Justo iba a llamarte. Dios. Te he echado tanto de menos.
Un momento. ¿Qué? ¿Había dicho eso?
Me separé para mirarle y me topé con una sonrisa.
-Yo también te he echado de menos - carraspeó-. No podía dejarte aquí sola con todo esto.
-¿Tu padre también ha venido?
Leo miró al suelo y luego a mí.
-¿Puedo pasar? - preguntó. Asentí y dejé que entrara, cerrando la puerta a mis espaldas.
-Leo, tu padre sabes que estás aquí. ¿No?
-Pues en realidad no. Bueno, le he dejado una nota.
Caí en la cama y puse mis manos en mi frente.
-Estás loco - objeté, soltando una risita-. Lo más probable es que llame a mi madre. Entonces ella vendrá y te verá. Y...
-Hey, tranquila. - Se recostó a mi lado-. Le he dicho que estaría en casa. En... Ya sabes. Bueno, sigue siendo nuestro. No quiso venderlo.
-Leo... - Le miré, cogiendo su mano con la mía, y sonreí-. No me puedo creer que hayas soportado un vuelo de cinco horas sólo por estar aquí conmigo. Y encima te ha tenido que costar un pastón... Madre... Yo... - Mordí mi labio-. Gracias por venir. Lo necesitaba.
-Lo sé - susurró con una sonrisa-. Por eso no podía quedarme allí sin hacer nada. Además, mi padre quería que fuera por ahí a conocer gente - puso los ojos en blanco mientras unas carcajadas escapaban de sus labios-. ¿Qué tal está el tuyo?
Me encogí de hombros.
-Tuvo un infarto - aparté la mirada, pero Leo me obligó a mirarle, colocando sus dedos bajo mi barbilla-. No pasa nada, en serio. Ahora está bien.
-Alex, estabas en shock. No estás bien.
-Ya no lo estoy - dije en apenas un susurro. Sentí sus dedos acariciar mi mejilla mientras la cama se hundía a mi lado.
-Sabes que me tienes aquí para lo que sea, ¿verdad? - Le miré, mis ojos ardiendo por las lágrimas incipientes, y asentí mientras mordía mi labio para evitar llorar-. Ven aquí - abrió sus brazos y me acerqué a él, apoyando mi cabeza en su pecho.
-Tendrías que irte - susurré con la voz temblorosa.
-Tendría, sí - pude sentir su sonrisa-. El problema es que no pienso dejarte sola.
-Apenas me conoces.
-Te conozco mucho más de lo que crees, Alejandra. - Acarició mi espalda de arriba abajo-. Y a estas alturas, me da igual si lo dices o no. Sabes tan bien como yo que no podemos evitar nada de esto.
-¿Por qué? - Besó mi frente cuando levanté la cara para mirarle.
-Porque te quiero - susurró.
Nada más salir las palabras de sus labios, mi cuerpo se tensó. Aunque llegué a creer que lo había hecho antes de que Leo dijera eso.
¿Me quería?
No, eso era imposible. No podía ser.
¿O sí?
-No puedes decirlo en serio.
Me levanté de golpe y me acerqué al sofá, dejándome caer junto a mi mochila. Negué con la cabeza y enterré mis rostro en ambas manos mientras las lágrimas caían por mis mejillas, calientes, húmedas.
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Mi historia favorita.
RomanceLeer era su pasión, pero nunca había vivido una historia así. Nunca. Hasta que llegó él.