Capítulo 33.

43 1 0
                                    

*Narra Leo*

La casa parecía más vacía que nunca. Mi padre aún no había llegado y yo no hacía más que reproducir la última hora de mi vida.

¿Había hecho lo correcto apartándola de mi vida?

Sí, lo había hecho. No sólo era el responsable de su sufrimiento pasado y presente, sino que también lo sería del futuro si seguía conmigo. Estaba destinado a la decadencia, a acabar como mi madre, y no quería que ella pasara por eso. Últimamente había hecho un gran trabajo reconstruyendo las partes rotas de mi vida, no iba a joderlo todo destrozando la vida de otra persona.

Subí a mi habitación, llenando una maleta con mis cosas. Estaba decidido a hacerlo, a irme. En ningún momento había entrado en mis planes venir a Seattle. Desde un principio papá iba a venir sólo, sin embargo, al descubrir lo que había entre Jack y Alice había decidido precipitadamente irme. Pero ya había hablado con ellos, les había perdonado. No había nada que me atara a esta ciudad.

¿Mi padre? Después de la conversación que habíamos tenido, sabía que podía confiar en que estaría bien sin mí. De hecho, había sido él el de la idea. Ahora tenía una nueva vida y se había ganado conocer a alguien que le hiciera volver a sentirse bien, que le enseñara que se puede volver a querer.

Sin duda alguna era la mejor decisión. Volvería a Nueva York.

Iba a perder el primer año de universidad pero me encargaría de trabajar y hacer cursos o cualquier cosa para así conseguir plaza el siguiente año. Todo iba a salir bien, estaba seguro.

¿Que si iba a echar de menos a Alex? Muchísimo. Pero si hacía esto era por el bien de ambos. Ella jamás se alejaría de mí, así que me tocaba ser el fuerte de los dos. Y si eso implicaba no volver a verla y tener que olvidarla, iba a hacerlo. Porque nada me importaba más que su felicidad, pero a la vez era el único que podía impedirle alcanzarla.

Era irónico como cuando por fin encontraba - o reencontraba- a alguien que me hacía feliz no podía estar a su lado porque no hacía más que hacerle daño.

Quizás estaba exagerando, pero sólo hacía falta echar un vistazo a nuestro historial para saber que no era nada sano estar juntos.

-¡Leo! ¿Estás en casa? - Escuché cómo mi padre me llamaba desde el piso de abajo. Salí de mi habitación y me asomé por las escaleras.

-Aquí estoy.

-¿Ha pasado algo? Te has ido sin decir nada.

-No, no. Todo bien. Simplemente he venido a hacer la maleta. Quiero irme cuantos antes.

-¿Por qué?

Me encogí de hombros. Definitivamente mentir no era lo mío.

-Podías haber esperado a mañana, hijo. Además, ¿ha pasado algo con Alejandra? Tampoco estaba en su habitación. Su madre ha salido a buscarla, así que le dije que vendría a ver si estabas aquí con ella o...

-¿No estaba? - pregunté, todos mis sentidos alerta. Podía salir a buscarla. Quizás sabría dónde estaba.

No. Debía alejarme, sí.

-Habrá salido a dar una vuelta - dije volviendo a mi habitación, acabando con mi equipaje. Tenía que irme esa misma noche porque no confiaba en mí, en que me mantendría alejado de ella-. Papá, me voy.

-¿Qué? Espera. Que hayamos hablado sobre lo de irte a Nueva York no implicaba que podrías irte sin apenas hablar sobre lo que harías allí y...

-He vivido toda mi vida en esa ciudad, papá. Sé perfectamente cómo moverme por ella, qué hacer... Todo. Además, he hablado con Alice y Jack y me estarán esperando en el aeropuerto.

Mi padre lucía nervioso, la duda dominando su semblante.

-No estoy preparado para dejarte marchar.

-Podrás ir a visitarme siempre que quieras, papá.

-O podrías venir.

-No creo que sea una buena idea. Y no preguntes el porqué - dije, levantando la mano e interrumpiendo la inminente pregunta sobre las razones que tenía para marcharme tan pronto.

-Sigo pensando que puedes esperar unos días.

-Es lo que quiero hacer, papá. Y quizás sea un error. Pero tienes que dejar que me equivoque, que cometa mis propios errores y aprenda de ellos.

-Y ahí estás otra vez, con esos discursos tan elaborados que me hacen preguntarme en qué momento el hijo que adoraba que le llevara al parque a volar cometas se ha convertido en el adulto que tengo delante.

-Vamos, sólo deja que me vaya - sonreí colgándome la mochila al hombro.

-Si necesitas algo, ya sabes mi número - comentó gracioso dándome una palmada en la espalda mientras andábamos hacia la puerta.

-¿No piensas llevarme hasta el aeropuerto? Puede que me vaya a la ciudad sólo, pero sigo sin tener coche y dependo de ti para ello.

-Mucho mejor. Ahora ya me siento como todo un padre - bromeó cogiendo las llaves y abriendo el garaje.

Allá iba, directo a cometer mis propios errores y a intentar aprender de ellos.

Mi historia favorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora