Capítulo 15.

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*Narra Alex*

-Tendrías que venir, tía. Te echo muchísimo de menos.

-Lou... Ya te he dicho que paso de...

-Ahórrate el cuento y mueve tu culo gordo hasta Nueva York - soltó, provocando mi risa.

-Hey, yo no tengo el culo gordo - me defendí, aunque las carcajadas no me daban credibilidad alguna.

-No, pero si no lo mueves pronto será así...

Reí y cerré la puerta de la nevera después de guardar el té helado. Era, sin duda alguna, uno de los días más calurosos del verano. Aunque era lo que tenía estar casi a finales de julio. Cómo había pasado el tiempo.

-Por lo pronto, tengo que colgar.

-¿Has quedado con... Déjame adivinarlo... La biblioteca? En serio, Alex. Tienes que salir más. Conocer gente nueva. Sé que no estoy allí y lo siento mucho, pero...

-Tranquila, Louise. Sé que estás haciendo lo que te gusta y soy feliz por ello. Me alegro muchísimo por ti y te echo de menos, pero no hace falta que te preocupes más por mí.

-Espera... ¿No será que tú y Thomas...?

-¿Qué? ¡No! No... Le vi hace un par de días en el centro pero nada que ver... Somos amigos.

-Creo que él no opina lo mismo. - Puse los ojos en blanco y miré a mi madre, que me esperaba en la puerta.

-Dile a Louise que la echamos mucho de menos, pero que tenemos que irnos. - Sonrió abriendo la puerta de casa.

-Ya la has escuchado.

-Jo... De acuerdo. Habláremos más tarde. Quiero que me cuentes qué pasa con Tom y...

-Nada, fin de la historia. Te quiero. Hablamos luego. - Colgué y reí divertida. No tenía ni idea. Y de hecho nadie la tenía. Leo era mi pequeño secreto y así permanecería. Al menos hasta que averiguáramos a dónde nos llevaba todo esto.

-Vamos a llegar tarde - se quejó mi madre, poniendo en marcha el coche.

-Mamá, no creo que les importe.

-Es una cena de trabajo. Estarán todos mis jefes. Claro que importa.

-Bueno, pues pisas el acelerador y listo. - Me recosté en el asiento, pensando en volver a ver a Leo. Habíamos pasado la última semana quedando todos los días, pero aún así le echaba de menos nada más separarme de él. Era como una necesidad. Como respirar.

Y eso me preocupaba.

*Narra Leo*

¿Dónde estaba Alex? Llevaba esperando más de media hora en esta aburrida sala llena de personas vestidas con sus mejores galas. Ridículo.

Mi padre había desaparecido hacía un gran rato entre la multitud, hablando con sus jefes, seguramente.

-¡Leo! - Sonreí ante la mención de mi nombre. Era ella.

-Hey. - Sonreí y reprimí las ganas de rodear su cintura con mis brazos. Su madre estaba a su lado-. Buenas noches.

-Buenas noches, Leo. ¿Cómo estás?

-Oh, súper entretenido - espeté, haciendo reír a las dos mujeres-. Mi padre ha sido abducido por un grupo de trajeados. Quizás le interese unirse - conté a Anne.

-Nada me gustaría más - sonrió y se despidió cogiendo una copa de champán de la bandeja de un camarero que pasaba a nuestro lado, desapareciendo entre la muchedumbre.

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