Capítulo 34.

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*Narra Alex*

-Aquí tienes, un capuccino de avellana ni muy caliente ni muy frío. Justo como te gusta.

¿Es que todo el mundo sabía cómo me gustaba el café?

-Muchas gracias, Thomas - intenté sonreír pero salió algo más parecido a una mueca.

-¿Vas a contarme ahora por qué has venido a las once de la noche a por café? - El chico se sentó al otro lado de la mesa y me miró con una verdadera sonrisa.

-Ya sabes. Me aburría y...

-Te aburrías y decidiste venir a mi cafetería. Claro. Muy lógico todo. - Apoyó los codos en la mesa y se acercó un poco más a mí, tocando mis rodillas con las suyas-. Ya sabes que a mí me puedes contar lo que sea, somos amigos.

-¿De verdad te crees eso? - solté de repente recordando la conversación que habíamos tenido Leo y yo cuando le había traído a la cafetería.

-¿Eh?

-Thomas, oye... - Sabía lo que era querer a alguien y que esa persona no quisiera estar contigo. Prácticamente en eso había consistido mi vida amorosa hasta aquel momento. No podía hacer que Thomas se sintiera de igual manera por mi culpa-. No sabes cuánto me gustaría sentir eso por ti, quererte y querer estar contigo. Pero no lo siento y no voy a fingir que lo hago porque me estaría engañando a mí misma y te estaría engañando a ti. Y no quiero eso.

-Alex... - El chico bajó la mirada y la clavó en el servilletero que adornaba la mesa. Cogí sus manos entre las mías y le di un apretón, esta vez sonriendo para intentar animarle, lo cual resultaba realmente irónico siendo yo la que necesitaba los ánimos en aquellos momentos.

-Aceptamos el amor que creemos merecer, pero tú te mereces algo mucho mejor que yo. Mereces a alguien que te quiera de verdad porque entonces pensarás en mí y dirás que lo que sentías no era más que un cuelgue tonto de instituto. Y te reirás. Y ella reirá contigo. Y en la reunión de antiguos alumnos nos veremos y me lo contarás y nos reiremos todos juntos.

Thomas reía, y eso me hacía feliz. Y aunque su risa tenía cierto tono de tristeza en el fondo, sabía que lo superaría al igual que yo superaría lo de Leo, al igual que poco a poco había superado lo de Jack.

-¿Quién es? -Me sorprendió su pregunta-. Ya sabes. El chico con el que viniste. Mamá me contó cómo le mirabas.

Increíble. Desde el primer momento ya sentía algo por él, aunque no fuera consciente de ello. Quizás... Quizás sí que le recordaba. Vale. No en plan "Hey, te conozco" pero en mi interior sabía que le conocía. Mi cuerpo le conocía, ni subconsciente le recordaba y mi corazón le quería.

Y le sería queriendo.

-Tengo que irme.

-¿He dicho algo que...?

-No, Thomas, por Dios. Me has abierto los ojos. Muchísimas gracias - me lancé a sus brazos y le agradecí lo que había hecho aunque él no supiera de qué se trataba.

Salí de aquella cafetería corriendo como alma que lleva el diablo. El autobús nocturno me llevaría directa a mi destino, y por suerte llegué justo cuando estaba a punto de irse. Sonreí mientras recuperaba el aliento y miraba cómo el transporte atravesaba la ciudad para alejarse de ella y acercarse a la zona residencial de las afueras. Los árboles de la urbanización donde vivía Leo me dieron la bienvenida a la vez que mi corazón aceleraba su ritmo frenéticamente en el interior de mi pecho.

No estaba segura de lo que iba a hacer pero sí estaba completamente segura de lo que sentía.

Le quería y no iba a perder la oportunidad de estar con él.

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