Capítulo 31.

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*Narra Alejandra*

Finales de agosto. ¿En qué momento había pasado tan rápido el verano? La boda de papá sería en un par de semanas y yo seguía sin estar convencida del todo con el vestido. Me paseaba de aquí a allá practicando con los tacones, pero no era lo mío. Me caía por todas las esquinas y más veces de las que me gustaba admitir había caído rodando por las escaleras, que, por suerte, estaban recubiertas por una mullida alfombra a la que agradecía mantenerme con vida.

-Cariño, tengo algo que decirte - dijo mamá, entrando en mi habitación. Apoyé mi ejemplar de Carrie en la mesita de noche y levanté la mirada.

-Dime. - Me senté en el borde de mi cama.

-Christian viene a cenar.

-Lo sé - dije levantándome y acercándome a mi escritorio para ordenador un par de papeles sueltos. Había intentado escribir, y no había ido nada mal. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que lo que escribía podía valer. No solo para que alguien lo leyera sino para mí misma. Al principio lo usaba como terapia. Plasmaba en el papel todo lo que tenía dentro. Pero poco a poco había empezado a darle forma. En unas semanas iba a empezar las clases en la Universidad, y estaba realmente emocionada por estudiar algo que me gustaba y que, si iba bien, me ayudaría a conseguir lo que siempre había soñado.

-Leo viene con él. - Mi cuerpo se tensó al escuchar su nombre.

-Ah... Vale... - musité evitando su mirada.

-¿Te parece bien? - preguntó, su voz llena de duda.

-Sí, claro... Nosotros... Bueno, irá bien. Lo prometo. - La miré. Mi madre me ofreció su mejor cara de no-te-creo-. En serio, mamá.

-Ya sabes que no quiero más secretos en esta casa.

-No hay secretos. No hay nada - suspiré sentándome en la silla de mi escritorio.

-Entonces quiero saber por qué no os habláis.

-Simplemente no congeniamos. - No era mentira. Aunque tampoco era la verdad.

Mi madre no tenía que saber que Leo y yo teníamos... O no teníamos algo. Si bien le había contado que era amigo de Jack y que me había sacado de aquel sótano - lo que había hecho que mi madre le adorara como a nadie en este mundo-, me había ahorrado la parte de "ah, sí, nos liamos un par de veces, y ah, también le quiero". No, mi madre no necesitaba saber eso.

-A veces me planteo seriamente la idea de que crees que soy tonta - comentó acercándose a mí e intentando hacer una trenza con mi cabello.

A las seis en punto sonó el timbre. Toda aquella situación me hacía recordar la primera vez que Leo y Christian habían venido a casa. Leo había fingido no conocerme, y yo no sabía que no sólo engañó a nuestros padres, sino también a mí.

-Abre la puerta, cariño. - Mi madre estaba en la cocina sirviendo la comida. Estofado de carne con verduras. Por suerte, por la tarde solía refrescar. Esta clase de comidas en pleno verano sólo podían llevarte a una muerte segura por subida máxima de temperatura.

Bajé las escaleras tan lento como pude y respiré profundamente antes de abrir la puerta. Mamá había insistido en que me pusiera uno de los muchos vestidos que me compraba para que usara en verano, pero tras decirle que esta era mi casa y que no venía de visita ningún miembro de la Realeza, me calcé mis eternas compañeras mejor conocidas como Converses junto a un par de vaqueros y mi camiseta de Imagine Dragons.

-Buenas tardes, Alex - saludó Christian dándome un abrazo. Estaba convencida de que el segundo nombre de este tío era Efusividad.

-Hola - saludé cuando se separó de mí-. Mi madre está en la cocina.

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