Capítulo 9.

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-Yo...

-Mira... - Pasó su mano por mi mejilla nuevamente-. No te voy a engañar. Cuando vine de Nueva York pasaron cosas. - Se aclaró la garganta-. Descubrí que mi novia llevaba meses engañándome con mi mejor amigo. O al menos yo pensaba que lo era. - Suspiró y pasó su mano por su cabello-.  Esa fue una de las principales razones por las que pedí el traslado universitario. - Dejó caer su mano a mi lado-. Y pensar que estaba dispuesto a quedarme sólo por ellos... -Rió sin ganas y volvió a fijar sus ojos en mí-. Pero no me quedaba nada, así que me mudé con mi padre.- Tragué saliva, nerviosa por sus palabras-. Paso de relaciones. No busco novia. Tú... No estás nada mal, ya te lo he dicho. Eres guapa, un poco borde pero en el fondo eres muy simpática. El otro día me lo pasé genial contigo y estuve pensando...

-¿Pensando? ¿En qué?

No entendía a dónde quería ir.

-Pues que... Tú y yo podríamos... Ya sabes...

-No, no lo sé. ¿Qué quieres decir?

-No te hagas la inocente.

-No me hago nada. Explícate - inquirí cansada.

Leo puso los ojos en blanco y suspiró.

-Se ve que no entiendes lo que te quiero decir. Así que pasaré a la acción - dijo altivo y se acercó más a mí.

-¿Acción...? - No pude seguir hablando. Leo me estaba besando. ¡Besando!

Habíamos pasado de tener un momento dramático en el pasillo con el asunto de su madre a estar besándonos en mi habitación. ¿Qué coño estaba sucediendo?

Intenté separarme de él pero había algo que me lo impedía. Me sentía muy bien. Me sentía mejor que nunca.

Pasé mis manos por su cabello y sentí cómo se colocaba a horcajadas mías, pasando sus manos por mi cintura. Realmente quería separarme. Los recuerdos amenazaban con regresar, aunque en realidad nunca me abandonaban. Pero no podía dejar de pasar mis manos por su cabello. Era suave. Muy suave. Y me sentía bien. Me sentía viva. Como no me había sentido en mucho tiempo.

Hasta que su mano empezó a subir por mi espalda y el escalofrío que recorrió mi cuerpo hizo que le apartara con todas mis fuerzas.

-¿Por qué te has...?

-Creo que deberías irte.

-¿Qué? Pero si lo estábamos pasando genial.

-Deberías irte. - Acomodé mi ropa y abrí la puerta de mi habitación, saliendo de ella para acompañarle hasta la puerta.

-Alex, espera. - Cogió mi brazo antes de llegar al final de las escaleras y me obligó a mirarle-. Lo siento. Pensaba que... - Agitó la cabeza-. Malinterpreté la situación, lo siento.

Tragué saliva y me solté de su agarre para llegar a la puerta y abrirla.

-En serio, disculpa... Pensaba que tú también querías...

-Adiós, Leo.

-Alex...

Cerré la puerta antes de que pudiera decir nada más. Me apoyé en ella y me dejé caer, escondiendo mi rostro en mis manos y dejando que las lágrimas salieran de mis ojos.

Volví a recordar por qué no confiaba en la gente.

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-Venga, Alex. Mis padres no están.

-Espera, para. - Me detuve, intentando recuperar el aliento después de unos diez minutos corriendo sin parar-. Creo que debería volver a casa. En serio. Mi tía me está esperando. Me he pasado en la hora de volver unas... - ojeé mi reloj.- Creo que esto se considera delito en diez estados. ¡Me he pasado tres horas!

-Por otra más no creo que pase nada. - Jack tiró de mí, sonriendo, y no pude hacer nada más que seguirle.

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Los recuerdos se amontonaban en mi cabeza, matándome lentamente por dentro, acabando con la poca cordura que conservaba. Las lágrimas quemaban mis mejillas y caían hasta mi ropa, empapándola. Empapando mi mundo con el recordatorio de lo que había pasado. De aquello que casi nadie sabía. De aquello que había cambiado mi vida.

*Narra Leo*

Había sido un idiota. Un idiota integral. Sabía que pedirle eso a Alejandra era un error. Desde lo de Alice, poco después de que pasara lo de mi madre, sólo tuve ganas de dejar de hacer lo correcto. Pero teniendo en cuenta que había decidido mudarme con mi padre, las oportunidades de hacer eso eran totalmente reducidas.

Hasta que volví a ver a Alex.

La quería a ella. Quería estar con ella. Desde la primera vez que la vi quise tenerla. Sin embargo, tantas cosas habían cambiado...

Pero la había cagado. Nuevamente la había cagado. Mi vida no hacía nada más que ir de catástrofe en catástrofe.

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-Tío, Jack. Eres un cabrón - comenté riendo.

-Pero está muy buena. Y necesitada. Es el típico cachorrillo perdido que se deja llevar por cualquiera. Y ese cualquiera soy yo.

-Eso no quita que seas un cabrón - repetí yendo a por otra cerveza. Estábamos en el sótano de la casa de sus padres, junto a una nevera llena de cervezas que su padre bebía con sus amigos cuando había partidos, viendo las fotos de la chica. Había llegado a creer que era diferente, pero Jack la veía como la típica chica influenciable que era manejada por los chicos cual trozo de plastilina.

-¿Hasta dónde piensas llegar?

-Lo sabes.

-No lo hagas otra vez, tío.

-¿Y qué pretendes que haga? No puedo evitarlo. Está en mi naturaleza. - Dio un largo trago a su cerveza y me miró de reojo.

No sabía cómo éramos amigos. Éramos totalmente diferentes. Yo llevaba saliendo con Alice desde los catorce y él... A sus dieciséis ya jugaba con las chicas. Las usaba y luego las tiraba como pañuelos usados.

Lo había hecho un par de veces en los últimos meses. Pero esta vez era diferente. Había algo diferente en esa chica. Algo especial.

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Pensé que jamás volvería a verla.

Aunque, de hecho, ella jamás había reparado en mi existencia. Hasta el momento en la biblioteca. Cuando la vi pensé que se trataba de una aparición. Un fantasma que me perseguía desde aquel día.

Aquel día en el que mi vida cambió.

Aquel día en el que su vida cambió.

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