Capítulo 24.

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*Narra Alex*

-Allí está. - Jack sonrió y se acercó a Leo, quien tenía al lado a la misma chica del otro día.

Fruncí el ceño sin entender nada de lo que estaba pasando. Me puse rápidamente de pie y me acerqué a ellos.

-¿Leo?

-¿Te acuerdas de él? - preguntó Jack.

-¿Alejandra? - soltó la chica, mirándome con sorpresa.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-Alex, vamos. - Leo tiró de mi brazo hacia el exterior del café.

-¿Qué coño pasa? - quise saber, soltándome de su agarre, pero él rápidamente entrelazó nuestros dedos.

-¡Leo! - La chica apareció nuevamente, cogida de la mano de Jack-. Prometiste hablar con él.

¿Hablar con él?

Miré a Leo de reojo y me solté de su mano. Intenté descifrar su mirada y en ella encontré miedo, nerviosismo.

-¿Qué es esto? - pregunté, tragando saliva-. ¿Qué significa todo esto, Leo?

Miré a Jack, luego a Alice y, finalmente, posé mis ojos nuevamente en los de Leo.

Ahora todo tenía sentido. Joder.

¿Cómo había podido ser tan estúpida?

-Tú debes de ser Alice - espeté secamente sin mirar a la chica. La recordaba. Jack solía mencionarla, diciendo que era la novia de su colega-. La ex de Leo. La misma que ahora está embarazada de Jack. Ese tío que fingió quererme hace un par de años - negué con la cabeza-. Claro, cómo no lo vi venir.

Dejé salir una risa de rabia y apreté mis puños a ambos lados de mi cuerpo.

-¿Acaso esto era parte del plan? ¿Seguir con la humillación de tu amigo para vengarte de él por dejar embarazada a tu novia? ¿Eh? - inquirí, mi voz chillona. Prefería mil veces sonar como una hiena riendo antes que dejar que el dolor que sentía en mi interior saliera a la luz.

-Leo, ¿de qué está hablando? - Alice, que se aferraba a Jack, miró al chico que creía era diferente, que creía me haría olvidar toda la mierda que había vivido. Pero resultó que ese chico era el mismo que había ayudado al cabrón de Jack. Y me había engañado, otra vez. Había fingido no conocerme para entrar en mi vida y poder joderme otra vez.

Los pensamientos se arremolinaban en mi cabeza, precipitando los recuerdos, las sospechas... Ahora todo tenía sentido. Por eso Leo no había querido que viera las fotos. Por eso se mostraba tan receloso a hablar de Nueva York.

Y yo como una estúpida no había hecho caso a nada de eso. Lo había apartado y había preferido confiar en él, en quién creía que era.

-Te juro que no planeé nada de esto. Lo juro. Te vi aquel día en la biblioteca y te reconocí, pero tú no me recordabas.

Miré a Leo, a esos ojos verdes en los que había decidido confiar, y recordé dónde estaba.

-¿Y cómo coño querías que lo hiciera? - Fue lo primero que pude decir, recordando lo sucedido aquel fatídico día-. Estaba de alcohol hasta las trancas aquella maldita noche, joder. Apenas me acuerdo de nada. De no haber sido por aquella nota que dejaste, jamás habría sabido cómo llegue a casa. ¿Por qué no me lo dijiste en cuanto me viste?

-¿Me habrías vuelto a hablar de haber sido así? - Leo se defendió intentando acercarse a mí. Retrocedí y me topé con la pared de ladrillo. La gente que pasaba a nuestro lado nos miraba, algunos incluso se detuvieron a observar la escena-. ¿Me habrías mirado siquiera?

-Alex, él no tiene la culpa. - Jack apoyó su mano derecha en mi hombro, llamando mi atención-. Era un capullo integral. Lo sé. Pero te juro que me ayudaste a abrir los ojos. Leo, Alice y tú me ayudasteis de una manera u otra a cambiar.

Pestañeé varias veces, totalmente desorientada, mis ganas de gritar y golpear algo en aumento; las de llorar siempre presentes.

-Leo quería que me alejara de ti. Estuvo insistiendo en que te dejara en paz, pero yo no le hice caso y aquella noche... Lo siento mucho. - Bajó la mirada al suelo-. De no haber sido por él, no sé qué habría podido pasar. Yo... No era consciente de lo que hacía. Había bebido y...

-Me engañaste. ¡Me llevaste a aquel puto sótano y me emborrachaste para que me acostara contigo! - grité, las lágrimas agolpándose en las cuencas de mis ojos.

-Lo siento, Alex. De verdad, tienes que creerme. He cambiado. He asumido la culpa de todo lo que hice y he pedido perdón a todos aquellos a los que hice daño. Salvo a vosotros dos. Por eso estáis aquí.

Fruncí el ceño y volví a mirar a Leo.

-Alex...

-No - sentencié, negando con la cabeza, evitando mirar a cualquiera de los tres.- No puedo hacer esto. No... Tú - señalé a Jack,- me jodiste la vida hace dos años. Y tú - esta vez, coloqué mi dedo índice en el pecho de Leo,- lo has hecho ahora.

-Leo, ¿de qué está hablando? - Alice me miró esta vez a mí.

-Adelante, cuéntales todo. No te dejes nada. Ni siquiera la parte de la hipocresía y el hijoputismo - escupí con dureza antes de darme la vuelta, dispuesta a irme. Pero una mano me lo impidió. La de Leo.

Tiré de ella, soltándome otra vez de su agarre, y negué con la cabeza, dejando caer un par de lágrimas antes de echar a correr como nunca lo había hecho en mi vida.

Creía que acabaría con todo este infierno y resultó que no estaba sino a las entradas.

Pero eso era antes, porque ahora había caído de manera brutal al abismo de algo que creía que sólo existía en los libros. De algo que pensé jamás me pasaría.

Mis piernas amenazaban con ceder a la presión y dejarme caer, pero no podía permitirme eso. Corría chocando con personas que gritaban y maldecían a mi paso.

Pero ya me daba igual. Todo me daba igual. Pensaba que las cosas iban a cambiar, que por fin sería libre, que esa presión constante en mi pecho desaparecería. Pero al parecer la vida tenía otros planes para mí. Y esos planes significaban joderme, mantenerme hecha una mierda el resto de mi existencia.

Quizás exageraba. Quizás algún día olvidaba todo esto y alcanzaba la paz. Pero ahora ese momento se veía tan lejano, tan intangible, tan inalcanzable.

Las lágrimas me impedían ver con claridad, así que me detuve en el primer callejón que encontré y saqué mi móvil, marcando el número de la única persona que jamás me había fallado. 

-¿Alex? Tía, estás desaparecida - dijo Louise riendo al otro lado de la línea.

-Te necesito. - Dejé salir un sollozo que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera.

-¿Qué ocurre? ¿Va todo bien?

-Nada va bien. Nada...

-Vale. Tranquila. Voy a... Cogeré el primer avión que salga para Portland.

-Estoy aquí, Louise. En Nueva York.

-¿Qué? - Mi amiga dejó salir un grito de sorpresa-. ¿Dónde? Salgo a buscarte ahora mismo.

-Ve a casa de mi tía. ¿Recuerdas dónde quedaba?

-Te veo en media hora - colgó y empecé a andar. Sarah me había dado las llaves del apartamento, que aunque quedaba más lejos del hospital que el hotel, era mi segunda casa. Por si necesitas estar en un espacio familiar, había dicho.

Saqué las llaves del bolsillo trasero y bajé las escaleras del metro.

Necesitaba a alguien. Y ese alguien era mi mejor amiga.

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