Capítulo 28.

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*Narra Alex*

A mi padre le daban el alta en un par de horas, y mi madre había insistido en que fuera a hablar con él. Pero no quería. Tenía miedo. Llevaba meses sin verle, sin mantener una conversación con él, y, sinceramente, no me fiaba de mí misma después de lo acontecido en los últimos días.

Estaba en la sala del desayuno con mi madre dándole vueltas a la cuchara en mi taza de café. Mi estómago estaba cerrado, algo raro en mi últimamente.

-Mamá, ¿te puedo hacer una pregunta? - solté mientras se sentaba con un plato de huevos y bacon recién traídos del bufé libre.

-Claro, cariño. Lo que quieras - sonrió metiéndose un trozo pan en la boca.

-¿Por qué no nos quedamos en casa de tía Sarah?

-¿A qué viene esa pregunta? - preguntó con nerviosismo.

-A que tiene un apartamento prácticamente vacío en el que podíamos habernos quedado. Además, viví allí durante un año. Es prácticamente mi segundo hogar.

-No quería molestar.

-Sabes que no molestamos. Sarah me preguntó eso el otro día y no sé... Quería saber la razón.

-No hay ninguna razón.

-Te conozco mejor que tú misma, mamá. Siempre hay una razón.

Mi madre se revolvió en su silla y me miró con compasión. ¿Compasión?

-Cariño... En cuanto llegaste de Nueva York te noté rara. No me hablabas y... Yo ya no sabía qué hacer. Así que hablé con Louise.

-¡Y ella te lo contó todo! ¡Claro que sí! - exclamé con exasperación. Me sentía traicionada.

-Ella no quería. Pero insistí. Soy tu madre y me preocupo por ti.

-Es mi vida - defendí con rabia.

-Y tú eres mi vida. ¿Cómo querías que lo dejara pasar? Apenas comías. Te despertabas por las noches y llorabas sin parar durante horas. No me dirigías la palabra. Tuve que hacerlo.

-Joder... - mascullé mirando al fondo de la estancia. Dos niños pequeños jugaban con una consola mientras sus padres intentaban hacer reír a una bebé sentada en su cochecito. Una familia con todas las letras. O quizás sólo era la apariencia. Yo jamás había sido buena con eso, fingiendo. No se me daba nada bien. Era como un libro abierto. Un jodido libro abierto-. Venga, adelante.

-¿Qué?

-Di que me tienes asco. Que soy una zorra que se dejó embaucar por un tío.

-¿Por qué iba a decir algo que no pienso? Cariño, yo... ¿Por qué no me lo contaste?

-Tenía miedo.

-Jamás te habría reprochado nada. No fue tu culpa. Tú me necesitabas y yo no estuve allí para ti.

-Ya te dije que te perdonaras, mamá. La culpa no fue tuya. Fue mía.

-No - negó con la cabeza-. No pienso dejar que creas que la culpa es tuya. Porque no es así.

-Sí que lo es... - susurré-. Pero ya está, mamá. Yo... Quedé con él... Con Jack... - Me aclaré la garganta-. Hace un par de días. Y ya está todo solucionado. O al menos el primer paso para ello está hecho.

-¿Quedaste con él? - Su boca abierta y dos ojos que expresaban la sorpresa hicieron que me sintiera insignificante, como si me hubiera crecido otra cabeza.

-Lo necesitaba... Me vino bien, ¿sabes? Estos... Estos últimos años han sido una tortura - intenté justificar.

-Tuviste que habérmelo dicho.

-Lo sé y lo siento... - Agaché la mirada y empecé a jugar con mis dedos.

-Alejandra, mírame. - Lo hice-. Cielo, te quiero. Y estoy orgullosa de ti. De lo que hiciste. Yo... ¿Sabes? Pasé sin hablar con tu padre... Bueno, no he hablado con él desde que se fue de casa. Y mírate. Has hecho lo que yo nunca he podido hacer. Eso quiere decir que he criado a un ser millones de veces mejor que yo. Eres valiente, madura, lista. Estoy muy orgullosa de ti.

-¿No has hablado con papá desde entonces? - Mi madre negó con la cabeza y dio un trago a su zumo de naranja-. Pero estás aquí.

-Pasara lo que pasase, estuve con él durante veinte años. Siempre le voy a querer. Quizás no de esa manera, pero su recuerdo siempre va a estar ahí.

Sus palabras me recordaban a Jack. No le había podido olvidar. Le seguía queriendo. Pero, como decía mamá, no de esa manera.

-De una manera especial, ¿no? Te hizo daño pero tú le sigues reservando un lugar en tu corazón - asintió mirándome fijamente-. Como con Jack. ¿Sabes? Creía que seguía enamorada de él - reí aliviando gran parte de la tensión que guardaba en mi cuerpo-. Dios. Qué tonta fui. - Escondí mi rostro entre mis manos y seguí riendo.

¡No seguía queriendo a Jack!

Eso significaba que...

-Tengo que irme - objeté levantándome de la mesa.

-Alex, espera.

Me giré para mirarla.

-¿Ocurre algo?

Mi madre frunció el ceño y se puso de pie, a mi lado.

-Sabes que esta conversación no ha terminado.

-¿Ah, no?

Negó con la cabeza. Cuando creía que iba a empezar a proferir cualquier palabra inimaginable de esa clase, rodeó su cuerpo con sus brazos, estrechándome entre ellos.

-Te quiero - susurró en mi oreja-. Quiero que sepas eso. ¿Vale?

Asentí imitando su gesto y tragando saliva. Una sonrisa se adueñó de mi rostro.

-Tuve que habértelo contado antes, lo sé. Te prometo que no te ocultaré nada más nunca - le aseguré separándome de ella para mirarla a los ojos.

-Entiendo que tengas tus secretos. Yo también los tenía, pero quiero que confíes en mí. Para lo que sea, ¿vale?

-Vale - asentí sonriente.

-Venga. Te acompaño a ver a tu padre.

No, tenía que ir a hablar con Leo. No sabía dónde estaba pero lo debía hacer. Quizás nada sería lo mismo a partir de ahora, pero necesitaba decirle cualquier cosa. No quería perderle. No podía perderle.

-Sólo si vienes conmigo - me aventuré a decir.

Paso a paso.

Debía dejar que pasara el tiempo. Me estaba apresurando. No podía precipitarme. Quizás él era el que ahora mismo no quería verme. Quizás ni siquiera me quería. Quizás...

-Vamos - dijo mi madre cogiendo mi brazo y empujándome al ascensor.

Si Leo tenía que quedarse en mi vida, el tiempo lo diría.

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