Capítulo 14.

114 3 1
                                    

*Narra Leo*

Alejandra se dejó caer en la cama, soltando varios sollozos antes de hundir su rostro en sus manos. Me acerqué rápidamente a ella, pasando mi brazo por sus hombros y acercándola a mí.

-Tranquila... Shh... - Al parecer el día estaba hecho para todo menos para desempacar las cajas.

-Lo siento - balbuceó en un hilillo de voz que no habría sido capaz de escuchar de no haber estado a su lado.

-No tienes nada que sentir.

-Es que... - Suspiró, aclarándose la garganta.- Yo... Lo... Tuve un...

-No hace falta que me lo cuentes - dije acariciando su mejilla y secando las lágrimas.

Alex asintió, volviendo a apoyar su cabeza en mi pecho y abrazándome, como si no quisiera separarse nunca de mí.

Te quiero.

Las palabras vinieron de golpe a mi cabeza e hicieron que me quedara paralizado mientras pensaba en ellas.

Mientras pensaba en ella.

-Shh. Todo está bien, ¿vale? Todo irá bien - intenté tranquilizarla-. Sé que desempacar no es lo más divertido del mundo, pero tampoco es como para ponerse a llorar - bromeé, consiguiendo que una pequeña risa saliera de sus labios.

*Narra Alex*

-Jamás había llorado delante de un chico... Bueno... No suelo llorar frente a nadie... Disculpa.

-Deja de pedir perdón y dime de qué te apetece la pizza.

Me acerqué a la encimera de la cocina para recoger la taza de café que había dejado antes y terminé de recoger lo que quedaba de desayuno - que era todo ya que, tras lo ocurrido, nuestro apetito había desaparecido.

-Cuatro quesos - comenté acercándome a él, que estaba sentado en el sofá.

Habíamos acabado de sacar la mayor parte de las cosas de las cajas - después de que consiguiera hacerme dejar de llorar- y su habitación ya había adquirido la forma de un espacio habitable.

-Y una cuatro quesos... Exacto... Esa dirección, sí... Vale, gracias... Hasta ahora. - Colgó el teléfono y se recostó en el sofá-. En veinte minutos tendremos el almuerzo listo.

-Gracias - comenté quitando una pelusa imaginaria de mi pantalón.

-¿Por?

-Por todo. Me invitas a tu casa, pagas la comida, te comportas genial y yo sólo sé joderlo.

-No es verdad.

-Sí que lo es. Y lo sabes - dejé que una risa saliera de mis labios, en un intento de aliviar la tensión.

-Sólo un poco - bromeó, dándome un pequeño empujón-. Me gustaría dejar claro algo - se aclaró la garganta, sentándose recto para mirarme fijamente-. No sé muy bien cómo decirlo pero... Creo que por ahora deberíamos ser sólo amigos.

-¿Amigos? - pregunté algo decepcionada.

-No quiero forzarte. No quiero que hagas nada que no quieras hacer. Y lo mejor para ello es poner límites.

¿Qué?

-¿Y te crees que poniendo límites vas a evitar que sienta lo que siento por ti?

Espera, ¿qué?

Nota mental: controlar mi valentía, esa que hacía acto de presencia cuando menos lo necesitaba.

-¿Y qué sientes por mí? - preguntó curioso.

-No lo sé. - Mordí mi labio a la par que evitaba su mirada fijando mis ojos en cualquier otro rincón de la habitación. Era bastante amplia y la decoración increíble. Si tan sólo hubiera conocido a su tía unos meses atrás, se habría encargado de mi habitación y de seguro la habría dejado mucho mejor.

-Ya veo... Bueno... Hagamos algo.

-¿El qué?

-No pongamos etiqueta a lo que somos hasta que lo averigüemos.

Eso sonaba bien. Realmente bien.

-Me gusta - sonreí ampliamente.

-Aunque necesito que me aclares algo.

-¿El qué?

-¿Esto significa que voy a poder besarte cuando quiera?

No pude evitar empezar a reír como una posesa, lo que hacía cuando estaba nerviosa. Y lo estaba. Leo era un chico realmente guapo y estaba interesado en mí. Pero...

-¿Y si sale mal?

-Hey, aún no hemos empezado. Dale una oportunidad a esto - movió las manos entre nosotros y asentí-. Deja que se convierta en tu historia favorita.

Mi historia favorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora