Capítulo 35.

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-Estás preciosa, Stella - comenté mientras se miraba en el espejo. Alana, su hija, me sonrió desde el otro lado de la habitación. La boda se celebraría en una casa de campo, al igual que el banquete. Era algo realmente hermoso: tenía una terraza enorme, un jardín muy bonito que tenía un gazebo de madera increíblemente alucinante, el salón brillaba miraras donde mirases, una orquesta de cuerda maravillosa... Vaya, papá se lo había currado. Se notaba que quería a esta mujer.

-Estoy realmente nerviosa.

-No lo estés, mamá. Todo va a salir a la perfección.

-Sí, mi padre te adora. Os adora a las dos - me corregí-. Y estoy muy contenta por él, por haber encontrado a personas tan maravillosas - confesé quitando una pelusa invisible de mi vestido. Había llegado a gustarme y todo.

-Oh, Dios. No me puedo creer que hayas dicho eso - Alana estaba rodeándome con sus brazos mientras su madre reía.

-Venga, Alex. Nadie quiere que la novia llore, y lo estás consiguiendo - comentó Stella mirando hacia el techo para impedir que las lágrimas estropearan su maquillaje.

-No era mi intención - sonreí-. Pero creo que es justo que sepáis que a pesar de la inexistente relación de estos años yo... Me alegro mucho por que entréis en nuestras vidas de esta manera.

-Y a nosotras también nos encanta que estés en las nuestras. - Fue Stella la que esta ocasión me abrazó.

Alguien llamó a la puerta, anunciando que la novia tenía que salir en apróximadamente cinco minutos, así que Alana y yo teníamos que salir ya hacia al altar.

-Gracias, Alex. Es, sin duda alguna, el mejor regalo que podían haberme hecho hoy - susurró Stella antes de que saliéramos de la habitación.

La ceremonia había sido maravillosa. Tanto mi padre como Stella habían estado nerviosos cual par de adolescentes a punto de dar su primer beso, lo que me hizo pensar que daba igual la edad que tuvieras, si querías a alguien siempre te sentirías como ese primer amor de verano que habrías querido que durara para toda la vida.

-Hija, ven a saludar a alguien.

Esa frase había sido Trendic Topic en la boca de mi padre durante toda la noche. Había conocido a la mayor parte de los familiares de Stella, así como a amigos de mi padre y familiares lejanos de los que no tenía ni idea, pero cada vez que mi padre decía eso mi corazón daba un vuelco ante el lejano presentimiento de que pudiera ser Leo.

Pero nunca era él.

Aún no había asimilado que se hubiera ido, aunque era consciente de que debía aceptarlo y pasar página. Había sido una completa idiota al pensar que lo nuestro era diferente, que lo podíamos sacar adelante. Pero errar es de humanos y debía aprender de todos y cada uno de mis errores.

-Alex, ¿quieres venir? Han venido unos amigos y vamos a arrazar con el bar - Alana me guiñó un ojo y cogió mi brazo derecho entre su izquierdo.

-No me apetece mucho, la verdad - me quejé haciendo una mueca. Estaba cansada y en el fondo seguía dolida por todo lo que había pasado.

-Oh, vamos. ¿Es que nunca has escuchado que el alcohol ayuda a superar el mal de amores? Se nota a kilómetros que un capullo te ha roto el corazón. Y quizás no de sangre, pero ahora soy tu hermana mayor. Y he de comportarme como tal dándote litros de alcohol para que le olvides.

Su discurso había sido tan elaborado que simplemente por ello habría dicho que sí. Pero tenía razón. Yo nunca había sido de esas que bebían cantidades indecentes de alcohol, pero era una boda, tenía dieciocho años y quería olvidar a un capullo.

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