Capítulo 1.

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Mierda. Mierda. Mierda. Había olvidado por completo la boda. Dios. Y aún tenía que buscar el vestido. Y con buscar me refería a recorrer todas las tiendas de mi ciudad haciendo ascos a cualquier trozo de tela mientras pensaba en las mil y una formas de acabar con Stella, la novia de mi padre, que no sólo se había empeñado en que fuera dama de honor, sino que también había estipulado el pistacho como el color de mi vestido. Genial. Genial. Genial.

-Alex, cariño. Date prisa. ¿Qué haces?

Hice caso omiso a las palabras de mi madre y recorrí mis estanterías en busca del libro adecuado para esta ocasión. Si iba a pasar todo el día de tienda en tienda, lo haría inmersa en una de mis historias favoritas.

-¡Voy! - exclamé nada más escuchar un bocinazo de mi madre. Baje las escaleras de casa corriendo, cerré la puerta y subí al coche.

-¿Por qué has tardado tanto? - preguntó mi madre poniendo rumbo al centro.

Como respuesta saqué de mi pequeña mochila vinotinto mi ejemplar de Donde termina el arco iris y lo agité frente a su cara antes de volver a guardarlo y de que pudiéramos tener un accidente.

-Nunca cambiarás - espetó con una sonrisa en sus labios a la vez que giraba el volante y se adentraba en el largo paseo de acacias que separaban nuestra urbanización del centro de Seattle.

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-Pruébate este. Ven - dijo mi madre señalando un vestido que la encargada de la tienda sostenía.

-Habría sido mucho mejor que la bruja esa lo hubiese encargado.

-Pero si ella propuso eso y tú dijiste que no. - Mi madre apoyó ambas manos en su cintura, frunciendo el ceño.

Me encogí de hombros y apoyé el libro en la mesita repleta de té y dulces antes de coger el vestido a regañadientes y entrar en el probador.

-Recuérdame por qué hago esto.

-Por tu padre.

-¿Y...?

-Porque pagaré por el abono especial de verano de la biblioteca.

Sonreí con satisfacción ante las palabras de mi madre y me quité la ropa antes de colocarme la horrible prenda pistacho. En cuanto acabé, salí sin echar un vistazo en el espejo. Me tentaba, pero no quería vomitar.

-Estás preciosa, cariño. Déjame que te vea. Date la vuelta. - Puse los ojos en blanco e hice lo que me dijo.

-Le queda muy bien - comentó la encargada acercándose a mí y colocando una especie de flor en mi cabello.

-El complemento ideal. Sí, señor - dijo mi madre mirándome. Fruncí el ceño y me di la vuelta, quedando frente al gran espejo de la sala. No... No estaba nada mal. Aquel color era raro, ni de lejos de mis preferidos, pero me sentaba bien.

-¿Y cuándo es la boda? - preguntó la encargada.

-A finales de verano. - Al escuchar mis palabras frunció el ceño.

-¿Y por qué las prisas? Aún faltan tres meses.

-Dígaselo a Stella - dije y entré al probador a quitarme aquella cosa de encima. Pude escuchar cómo mi madre le explicaba la situación a la mujer.

-Ya entiendo... - concluyó en cuanto salí del probador con mi ropa puesta. Coloqué el vestido en los brazos de mi madre y cogí mis cosas antes de salir de aquella tienda y dirigirme al coche. Ahora me tocaba a mí.

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-¿Estás segura de que no quieres ver más vestidos?

-Ese me quedaba bien, ¿no? Pues ya está. Mándale una foto para que las demás damas de honor puedan hacérselo parecido y que le den.

Mi historia favorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora