Capítulo 12.

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*Narra Alex*

¿Hora? Diez menos cinco. ¿Nervios? A flor de piel. ¿Razón? LeonarDigo... Desconocida. Claro. Desconocida.

Resoplé.

¿A quién quería engañar?

El chico era guapo. Más que eso. Era como un Dios Griego. Como un Ángel Caído. Verle era un espectáculo para la vista.

Y me gustaba.

Mucho.

Pero tenía miedo. Miedo de que se repitiera toda la historia.

¿Por qué no podía vivir un amor como el de Ana y Christian?

Vale. Quizás no era el mejor ejemplo.

Quizás como el de Harry y Tessa... Vale. Las comparaciones no eran lo mío. O quizás simplemente era que toda gran historia de amor era oscura, dramática, difícil, porque así era la vida real. Quizás no tan llevado al extremo, pero sí de manera moderada.

Vivir no era fácil.

Me aclaré la garganta antes de llamar a la puerta. Le había dicho a mi madre que iba a dar una vuelta. Había insistido en acercarme al lugar que quisiera ya que de todas formas tenía que coger el coche para ir a trabajar. Pero prefería mantener esto en secreto. Algo que sólo yo supiera. Algo mío.

-¡Alex! ¡Buenos días! - El padre de Leo sonrío antes de saludarme con un abrazo. Genial. Ahora mi madre se enteraría de adónde había ido.

-Buenos días - titubeé mientras Christian abría más la puerta para dejarme pasar.

-Yo me tengo que ir ya al trabajo, pero ha sido un placer verte. - Me regaló otra sonrisa perfecta y se acercó a mí. ¿Es que este hombre no conocía el concepto de espacio personal? - Te agradezco que vengas a ver a mi hijo. Últimamente ha estado... Bueno... No sé en qué momento perdí a mi hijo, la verdad.

Esta vez su sonrisa era de dolor, tristeza. Igual que la de Leo aquel día en mi casa.

-No es nada. Es un buen chico. Sólo... Bueno, lo ha pasado mal. Y usted también.

-Puedes tutearme. No soy tan mayor. - Hizo el intento de bromear pero salió algo más parecido a un chiste incómodo prefabricado para fingir felicidad.

Reí para no hacerle sentir peor y le despedí con la mano mientras veía cómo entraba en el garaje.

-Ahí estás - escuché una voz a mis espaldas. Una voz que echaba de menos a pesar de haberla escuchado apenas horas antes. Aunque por móvil perdía mucho. Era mejor en directo-. Pensaba que mi padre se había ido ya. Lo siento.

-Bueno, me alegro de que estuviera. - Me di la vuelta y le miré mientras se acercaba a mí-. Teniendo en cuenta que has tardado la vida en llegar, me habrían salido canas de tanto esperar a que me abrieras la puerta.

Leo hizo el amago de darme un abrazo - a esta familia le encantaba el contacto - pero se ve que en el último momento algo en su cabeza hizo que se echara para atrás. En mi interior deseaba que lo hubiera hecho. Aunque otra parte de mí creía que así era mejor.

Cuanto más lejos, mejor. Al menos hasta que mis hormonas me lo permitieran.

-¿Quieres desayunar algo? - El olor a café recién hecho inundó mis fosas nasales y una sonrisa se escapó de mis labios.

-No me negaré a una tasa de café. Huele genial.

-Pues sígueme. - Sonrió una última vez antes de dirigirse a la cocina. En la encimera había de todo. Galletas, trozos de tarta de chocolate, fruta, huecos y bacon, zumo de naranja...

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