Capítulo 32.

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*Narra Alex*

Justo cuando iba a bajar a hablar con él... ¡BAM! Me lo encontré frente a mi habitación. ¿Señal del destino? No lo sabía, pero esperaba que fuera algo bueno.

Me acerqué a mi escritorio, cogiendo un libro que llevaba conmigo mucho tiempo.

-Esto es tuyo - susurré-. Aquel día te lo dejaste. - Me encogí de hombros.

-Puedes quedártelo - sonrió sin coger el libro.

-No, no...

-Insisto. Quédatelo - asentí, cogiendo el libro y dejándolo nuevamente sobre la mesa-. Qué tal sigue tu padre? - preguntó, apoyándose en la pared junto a la puerta.

-Bien... - me aclaré la garganta-. Está bien.

-Me alegro - dijo educadamente. Aquello resultaba incómodo. Mucho. Demasiado.

Me acerqué a la ventana, apoyándome en el poyo que mi padre había construido para mí cuando tenía unos diez años. Recordaba haberle insistido durante semanas después de haber visto Un pantalón para todas. Acabó cediendo y construyendo para mí este lugar en el que había pasado tanto tiempo leyendo o simplemente pensando. Era mi lugar especial, sobre todo porque mi padre lo había hecho para mí.

-El día es... Hace fresco, ¿no? - Habíamos empezado a hablar del tiempo. Mala señal. ¿Por qué me costaba tanto decirle todo lo que sentía?

-Oye, Alex... Creo que deberíamos hablar de lo que pasó en Nueva York.

-Vale - musité sin mirarle.

-Sé que debí habértelo contado desde el principio, pero debes entender que tenía miedo. Sabía que no volverías a hablarme si te enterabas. Sé que te he hecho daño pero...

-¿Que me has hecho daño? Oh, por favor. ¡Confié en ti! Si incluso estaba dispuesta a hablarte de lo que me pasó. Pero, ¿adivina qué? Resulta que ya lo sabías. - Me había girado para mirarle-. Joder, Leonardo. Creía que... Confié en ti. Me prometiste que si lo hacía, todo iría bien. ¿Cómo te crees que me deja eso?

-Lo sé y lo siento. - Miró al suelo, sus manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones.

-Puedes sentirlo todo lo que quieras. El daño ya está hecho. Llegaste, lo jodiste todo y ya puedes irte.

-¿Te crees que fue fácil para mí? Te quiero. Te quise desde la primera vez que te vi. Lo que pasó con Jack... - Negó con la cabeza-. Te saqué de allí. Podría haberte dejado, pero no. Te saqué de allí.

-¿Y qué quieres, una medalla? - rebatí, sarcástica, ignorando la primera parte de su confesión.

-Quiero que veas que no soy tu enemigo. Siempre he estado de tu parte. Siempre he querido protegerte.

-¿Ah, sí? - Me crucé de brazos mientras fruncía el ceño. La conversación estaba adoptando un tono que no me gustaba. Yo no quería discutir con él, simplemente quería decirle lo que sentía por él, lo mucho que le quería, la falta que me hacía... Pero mi boca tenía otros planes-. Permíteme que me ría.

-Por favor, tienes que escucharme.

-¿Para qué? ¿Para que me vengas con una de tus mentiras? Seguramente lo de tu madre tampoco sea verdad. Lo más probable es que se diera cuenta del hijo que tenía, del monstruo que había creado, y decidiera irse - nada más soltar las palabras, me había arrepentido-. No quería decir eso...

-Claro que querías decirlo. Por supuesto que quieras... - dejó salir una carcajada cargada de frustración y rabia-: ¿Te crees que eres la única que ha sufrido? ¿Que únicamente las tías sienten? Pues permíteme dejar algo en claro. - Se acercó a mí, apoyando su índice en mi clavícula-. Eso es una vulgar mentira.

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