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¡LEAN LA NOTA DE LA AUTORA AL FINAL DEL CAPÍTULO, POR FAVOR! LES AMO, GRACIAS

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¡LEAN LA NOTA DE LA AUTORA AL FINAL DEL CAPÍTULO, POR FAVOR! LES AMO, GRACIAS...

Rose salió de su cuarto, vistiendo unos jeans negros y un sweater color blanco. Calzando simplemente calcetines, sin ningún rastro de maquillaje en su rostro y el cabello suelto, aún húmedo, ella detestaba secarlo con el secador. La chica bajó las escaleras, sintiendo aroma a comida, se dirigió de inmediato a su cocina, donde Austin se había apropiado de ella en su totalidad, al igual que en la cocina de sus padres hace algunos días atrás, cuando él cocinó el desayuno para ella y su familia. Hope se encontraba de pie, sobre una banquilla. La bebé tenía en sus manos algunas fresas, comiéndolas con entusiasmo. Su cabello rubio se encontraba atado en una coleta, la cual ella no le había hecho. Tan sólo imaginar a Austin peinando a su hija, una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

-Huele bastante bien -Dijo la chica desde el umbral de la puerta.

Ambos, Hope y Austin la miraron. El hombre sostenía un cuchillo, estaba cortando algunas verduras, sonrió en cuanto la vio, amando la manera en la que ella lucía sin maquillaje.

-Hope me estaba ayudando a preparar el postre, pero al parecer le gustó la idea de comerlo antes de cocinarlo. ¿No, linda?

Hope simplemente sonreía, con sus manos y boca totalmente rojas, debido a la fruta.

Rose rió, se acercó a su hija y besó su frente, para luego sacar una fresa del plato donde se encontraban distribuidas.

-¿En qué te puedo ayudar? -Preguntó Rose, para luego llevar la fruta color roja a su boca.

-En realidad, está todo casi listo -Dijo él, volviendo a su tarea de cocinar la cena.

-Oye, ¿y Oliver? ¿No debes volver?

Austin negó con la cabeza sin mirarla, concentrado en lo que hacía.

-Hoy es el fin de semana con su madre y aunque no le gustó para nada la idea, debe quedarse ahí sábado y domingo -Explicó él.

-¿Y tu hermano?

-Salió esta mañana diciendo que iría a la casa de alguna amiga...

-Uhm... -Murmuró Rose tomando otra fresa.

Vio cómo su hija daba un pequeño bostezo, miró la hora. Aún era temprano para que fuera a la cama, además, aún no cenaba. Intuyó su cansancio debido a la falta de siesta que tuvo durante el día. La cargó en sus brazo y la menor de inmediato se divirtió jugando con los aros de su madre. Se sentó con la bebé en su regazo en uno de los taburetes que ocupaba lugar en la cocina.

-¿Por qué se está quedándo en tu casa?

-Estuvo fuera del país por algún tiempo y volvió diciendo que tenía algunas cosas que hacer... Prometió que serían sólo algunas semanas viviendo conmigo, pero no le creo. Él suele hacer todo lo contrario a lo que dice...

TREINTA Y UN ROSAS PARA ROSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora