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Rose llegó a su casa; su nueva casa que compartía con Austin hace ya dos meses

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Rose llegó a su casa; su nueva casa que compartía con Austin hace ya dos meses. Oliver, tomando la mano de Hope, caminó con la pequeña, cantando alguna canción infantil hacia la sala. La castaña sonrió, realmente el cambio positivo de las cosas, tras todo lo malo que había pasado meses atrás, era increíble. Finalmente se sentía dueña de su propia familia. Una familia bien constituida. No era solo Hope y ella, con su bebé preguntándose qué era un papá, quién era su papá. Hoy ella tenía uno, que la amaba y protegía. Y tenía un hermano mayor. ¿Qué más podía pedirle a la vida Rose? Se sentía rica si de amor se hablaba.

Se sacó los tacones, colgó su cartera en el perchero de la entrada y caminó hacia la sala, dejándose caer en uno de los sofás, viendo como Oliver reía, jugando con Hope.

La puerta principal no tardó en ser abierta una vez más. Austin llegó a la sala con una enorme sonrisa en su boca. Hope fue la primera en correr hacia su papi y lanzarse en sus brazos.

-¿Cómo te fue? -Preguntó el hombre, tras sentarse al lado de Rose y besar su frente.

-Estoy muy cansada -Susurró ella haciendo un pequeño puchero con sus labios.

-¿En serio? -Preguntó él en su oído, para luego, morder su lóbulo lentamente.

-Los chicos están acá, Austin -Susurró ella, con una sonrisa, apartando a Austin con su brazo.

Él dio un pequeño suspiro, entrecerrando sus ojos.

-Tu falda de hoy es muy corta -Susurró él apuntando con su cabeza las caderas de Rose.

Ella rodó sus ojos. Si algo la molestaba de sobre manera, era cuando Austin decía algo como ésto. O su vestido era muy corto, o su escote "demasiado provocativo", cosas que simplemente inventaba él en su mente de hombre celoso.

>>Esta vez tengo razón y lo sabes -Agregó Austin encogiéndose de hombros, tras ver la expresión de Rose.

-No, nunca la tienes. Eres celoso y punto, Karlshof.

Rose se puso de pie y caminó hacia la cocina. Austin no tardó en llegar tras ella. Rodeó las caderas de la castaña, haciéndola sonreír y besó con dulzura la sien de ella.

-Te amo y no soporto saber que hay hombres que te miran, miran algo que es mío...

-No, no soy tuya. Yo soy de mi propia propiedad, celoso -Murmuró Rose sonriendo. Giró, para así, quedar frente a él. Tomó su rostro y besó la mejilla de él-. Yo no quiero que vayas al trabajo con pantalones tan ajustados y lo haces de todas formas.

-No es mi culpa que mi trasero sea más grande que lo normal y no hayan pantalones más holgados -Se defendió él, encogiéndose de hombros.

Rose rió, negando con la cabeza.

-Ve a un quirófano y quítate ese trasero. Yo usaré ropa que oculte todo mi cuerpo, tú unos pantalones holgados y todos seremos felices -Dijo ella entre risas.

TREINTA Y UN ROSAS PARA ROSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora