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Epílogo

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Epílogo

El timbre de la casa resonó con fuerza, aquel timbre tan esperado por todos. Hope y los pequeños, Luna y Sean Thomas se pusieron de pie, antes de que Rose pudiera hacerlo, y con rapidez, corrieron a la puerta de entrada.

En cuanto la castaña llegó a la entrada, las dos niñas ya se encontraban colgando de los brazos y cuello de Austin, mientras Sean Thomas intentaba escalar por sus piernas.

-¡Yo también los extrañé! -Chilló Austin, sintiendo los besos de sus dos pequeñas princesas sobre sus mejillas, haciéndolo reír.

Unos cuantos minutos pasaron, alrededor de diez, cuando finalmente, dejaron al hombre respirar en paz. Él besó, una vez más, la frente de sus tres hijos menores.

-Te extrañé -Fue lo único que dijo Rose, antes de abrazar a Austin con fuerza, cuando los niños habían vuelto a la sala.

Austin la alzó por los aires, haciendo reír a la castaña, quien ahora y gracias a los tintes, tenía su cabello un poco más claro que antes.

-Te extrañe, te extrañé, te extrañé, te extrañé -Decía él, tras depositar un beso por todo el rostro de ella. En su frente, mejillas, nariz, párpados, haciendo a Rose reír divertida.

Él dejó que los pies de Rose tocaran nuevamente el suelo y tomó su mano izquierda, besando directamente donde adornaba el anillo de matrimonio de la castaña. Ella sonrió y abrazó al hombre una vez más, besando sus mejillas repetidas veces. 

Una semana y tres días había pasado fuera de casa, debido al trabajo; había viajado a California, a las oficina que ahora administraba Derek, su hermano. Y aunque cada día, veía a sus hijos y esposa a través de skype, no era lo mismo.

-Llegaste justo a tiempo para el primer día de Hope -Dijo Rose, sin despegarse de los brazos de Austin.

-Era lo planeado -Dijo él, sonriendo orgulloso-. No me permitiría faltar a su primer día en segundo grado...

Rose hizo un pequeño puchero con sus labios, cerrando sus ojos por algunos segundos.

-Aún no puedo creer que mi bebé cumplió siete años...

-Es toda una chica grande y debes asumirlo. Oliver cumplirá veintidós y yo no estoy llorando.

-No mientas, te he escuchado sollozar sobre tu almohada -Ambos rieron, risas que fueron interrumpidas por los labios de Austin uniéndose a los de Rose. Como siempre, él sabía cuándo y cómo interrumpirla.

-¡Mamáaa! -Chilló Lilian Luna desde algún lugar de la casa, obligando a la pareja a separase.

Caminaron juntos hasta la sala, Austin arrastrando su maleta con una mano y con la otra, sosteniendo la mano de Rose.

Las dos pequeñas, una de cuatro y la otra de siete años, se encontraban sobre el cuerpo de Sean Thomas, quien sostenía con fuerza una caja, envuelta en papel de regalo.

TREINTA Y UN ROSAS PARA ROSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora