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Rose abrió sus ojos con pesadez, sintiendo su pecho contraído, sus ojos hinchados y el alma completamente vacía, al igual que su vientre.

De todas las cosas que la chica ha pasado en su vida; el abandono de sus padres cuando estuvo embarazada de Hope. El sufrimiento de no poder brindarle un padre a su bebé. El ver partir a Austin y Oliver a Canadá. Nada, absolutamente nada se comparaba al vacío en su corazón que sentía en aquel momento. Estaba destrozada, rota, arrepentida. Con un sentimiento de culpa que la invadía de pies a cabeza.

A su lado, se encontraba Ana, su ginecóloga, revisando unos papeles.

-Hola, Rose. ¿Cómo te sientes?

Sin querer ni poder decir una palabra, Rose simplemente negó con la cabeza, hundiéndose entremedio de las almohadas que la rodeaban. La mujer se acercó a ella, con una pequeña sonrisa en sus labios. Acarició su cabello, con la mirada triste. Ana conocía a Rose desde que ella era una adolescente inexperta y asustada, tras su primera relación sexual con un chico de su universidad, y todo lo ocurrido afectaba de igual forma a la profesional.

-Lo siento tanto, cariño -Se lamentó en un susurro, sentándose a su lado-. Para lo que necesites, estaré dispuesta a ayudarte. Mi hermana es psicóloga y..., podrá ayudarte con esto que estás sintiendo, linda. Lo siento.

Rose, sin más lágrimas que derramar, asintió con la cabeza, totalmente muda.

>>Te dejaré sola unos segundos, volveré de inmediato, dame unos minutos, ¿de acuerdo?

La mujer se retiró, dejando a Rose completamente sola en aquella habitación.

Miró el techo por largos minutos, horas, tal vez, recordando lo ocurrido tras ver caer sangre por sus piernas. Podía recordar a la perfección el dolor punzante en su vientre, aquel espeluznante dolor agudo que recorrió su cuerpo, el miedo y la incertidumbre. Sus gritos de dolor. Quería borrarlo, eliminar ese horrendo recuerdo de su memoria, hasta el día de su muerte.

~~~

-¿Rose? -Peguntó Austin, tras ver a la castaña con miedo-. Rose, cariño, ¿qué pasa? ¿Estás bien?

El hombre se encontraba a su lado, sujetándola por la cintura. Un grito salió de los labios de Rose; una punzada de dolor nació en su vientre, para luego, recorrer todo su cuerpo, debilitándola. Cayó al suelo, sin que Austin pudiera agarrarla. Gritó, una y otra vez, temiendo por completo lo que estaba ocurriendo en su interior. Todos la miraron, sin saber qué hacer. Austin tomó su rostro, totalmente asustado, repitió el nombre de ella, sin parar.

-¡Rose, por favor! Rose... -Giró su rostro, mirando a los presentes, Oliver, Max y Alebert miraban lo ocurrido, sorprendidos y asustados-. ¡¿Qué esperan, joder?! ¡Llamen a una maldita ambulancia!

Max fue el primero en reaccionar, mientras Oliver y Albert no se movían de su lugar, completamente asustados por lo que estaba ocurriendo, escuchando los gritos de dolor de Rose.

TREINTA Y UN ROSAS PARA ROSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora