38: Asfixia controlada.

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Para el fin de semana siguiente, cuando se cumplieron dos semanas de su llegada a Haidian, Luhan se percató de que estaba habituándose bastante bien a aquella casa. 

Después de años viviendo solo y a su manera, convivir con tanta gente había sido un poco raro al principio. Se había sentido como un extraño, como una pieza fuera de lugar. No estaba acostumbrado a compartir la mesa tantas veces al día, a tocar la puerta del baño antes de entrar, a compartir una habitación ni a mantener conversaciones constantemente. No era malo, mas sí un tanto raro. Pero con cada día que pasaba, aprendía a acomodarse un poco mejor, y mucho de ello se debía a Yixing y Qian, quienes le ayudaban a sentirse más cómodo y siempre se mostraban contentos por tenerlo alrededor otra vez.

Para propia sorpresa de Luhan, parte se debía a la abuela también. No había hablado mucho con ella, en realidad. Los comentarios que recibía de la mujer siempre eran órdenes que lo instaban a abrigarse más, o a comer otra porción de alguna cosa en la mesa. Aparte de eso, el único intercambio que hubo entre ellos fue un par de días atrás cuando, mientras ayudaba a Yixing a buscar la caja de herramientas en el viejo y polvoriento altillo, terminó por lastimarse con el filo de un clavo descubierto de uno de los muebles. Se había rajado la piel desde el nudillo hasta el nacimiento de la uña del dedo meñique en una línea recta, un corte superficial que apenas sangró un par de gotas, pero que escocía cada vez que la piel se estiraba. No le dio gran importancia, ni siquiera se tomó el tiempo de lavar la herida, y continuó ayudando a Yixing. 

No mucho más tarde, la anciana irrumpió en la habitación, se sentó a su lado en la cama sin decir una sola palabra, le tomó la mano y se dispuso a limpiar y desinfectar el corte, cubriéndolo luego con una tirita que tenía decoraciones de lo que Luhan, aún atónito por la repentina visita, reconoció como Hello Kitty.

―No nos quedan más de las comunes ―le había dicho, sin alzar la vista de su mano, presionando sobre el apósito para pegarlo bien en la piel―. Esta es de las banditas que se compran para Meimei. Va a enojarse contigo cuando te vea con ella.

Con dos palmadas suaves sobre el dorso de la mano, se puso de pie sosteniéndose la cintura, y dejó la habitación. Luhan no había llegado a decir ni gracias.

A su lado en el sofá de dos cuerpos, Yixing se rió a carcajadas de algún chiste que habían hecho en el talkshow que pasaban por la televisión. Luhan bajó la vista a la tirita alrededor de su meñique, vieja y desgastada ya por el agua caliente de las duchas. Debía quitarla y tirarla, pero aún no lo había hecho. No estaba seguro de porqué. Por el rabillo del ojo, descubrió a Meimei dándole una mirada irritada desde el sofá individual. Ella de verdad se había molestado al verlo usar una de sus banditas.

―¿Quiénes vienen esta noche?

Yixing se secó una lágrima de risa y ladeó el rostro para contestar.

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora