41: Disculpas vacías.

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―Han, ven un momento.

El aludido alzó la cabeza de sus cartas parar mirar hacia la puerta por donde se inclinaba su padre, y asintió en respuesta. Dio una sonrisa de disculpa a Qian y Yixing, dejó sus cartas sobre la alfombra, y se incorporó para seguir a Zheng fuera de la habitación en la que había estado jugando con sus primos durante toda esa mañana.

Padre e hijo bajaron las escaleras y cruzaron el inmueble en silencio.

Al entrar al garaje, Luhan se hizo una idea de que la intención de su padre no era salir los dos a algún lado, sino mantener su conversación lo más lejos posible del resto de la familia, lo cual no era nada prometedor.

Dentro del coche, el clang de la puerta al cerrarse le recordó al sonido de los barrotes de una celda encajando en su lugar. La comparación fue tan divertida como desalentadora. Se quedó callado, esperando que él comenzara a hablar. Zheng lo hizo un largo instante más tarde.

―¿Qué ha pasado con Eunhye?

―No sé, ¿qué pasó?

―Ayer ustedes salieron ―dijo, y había un cierto tinte incriminatorio en sus palabras―. Y desde que volvieron ha estado muy abstraída, con la cabeza en otra parte. No es propio de ella. ¿Qué le dijiste?

Luhan vaciló. La conversación que Eunhye y él compartieron no era necesariamente un secreto. Pero, por alguna razón, no quería decirle a Zheng demasiado sobre eso. 

―Si estás sugiriendo que he sido grosero con ella, estás equivocado ―contestó en su lugar.

―¿De qué hablaron?

―Trivialidades. ¿Por qué?

―¿Solo trivialidades?

Luhan lo estudió. Zheng le dio su semblante impasible de siempre, aunque las líneas alrededor de sus ojos delataban su inquietud.

―¿Qué es lo que te preocupa que le diga? ―cuestionó―. ¿O simplemente temes que destape alguna de las mentiras que le has dicho a ella y a todos en esta casa durante los últimos cuatro años?

La pregunta dejó su boca demasiado rápido, escapándose de la señal en su cabeza que le instaba con desespero a tragársela. Salió en voz baja, como un susurro lleno de desdén amargo que a él mismo lo sorprendió cuando llegó a sus oídos.

En la mirada de Zheng destelló la misma sorpresa, y entonces sus facciones se endurecieron y giró el rostro al frente, mirando a través del parabrisas.

―Solo no arruines esto para mí, Lu Han. Ya has hecho suficiente daño.

Luhan se tragó cualquier otra cosa que tuviese para decir.

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora