14: Mentirita blanca.

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Un trueno retumbó en el cielo que apenas comenzaba a aclararse. Luhan miró a su costado, al cristal de la ventana que recibía el choque de las gotas de lluvia y suspiró profundamente antes de volver la vista de nuevo al espejo frente a él, el cual le devolvía un reflejo suyo que lucía tenso y poco descansado. No había dormido mucho después de que Sehun se fuera la noche anterior. No desde que un rugido como el que acababa de surcar el cielo lo despertó por la madrugada, pues una vez despierto le fue imposible volver a conciliar el sueño. La lluvia lo hacía sentir incómodo.

Metió la camisa dentro de sus pantalones y comenzó a anudar la corbata del uniforme alrededor de su cuello de la mejor manera que pudo. La lluvia fuera incrementó y el repiqueteo de las gotas se volvió estrepitoso, acompañado del silbido del viento. El ambiente se sentía caluroso y húmedo, asfixiante. Soltó otro suspiro fastidiado mientras se rendía con la corbata y bajaba las escaleras en un trote ligero, en busca de algo con lo que distraerse hasta que fuera la hora de ir a la escuela. No era bueno entreteniéndose solo, así que terminó acostándose de espaldas sobre el sofá, jugando distraídamente con el final de la corbata; mirando el techo de la sala iluminada de un color tan gris como el mismo cielo fuera.

Acostarse no había sido una buena idea. Antes no se había sentido somnoliento aunque apenas hubiese tenido unas tres horas de sueño, pero de pronto todo el cansancio lo golpeó y se dijo que solo descansaría los ojos un rato, que definitivamente no se quedaría dormido ni llegaría tarde, justo antes de dormirse.

El descanso le duró poco, sin embargo, pues se despertó cuando un insistente grito largo y nasal se coló en medio del sonido de la lluvia. Se incorporó sobre los codos, frunciendo el ceño porque no estaba seguro de haber soñado el maullido, mas su duda fue resuelta en cuanto otra serie de miaus agudos volvieron a hacerse oír.

Se puso de pie y caminó hacia el vestíbulo, donde los maullidos se escuchaban con mucha más claridad a través de la puerta de roble. Se debatió entre abrir y observar qué hacía un gato allí de pronto, o ignorarlo y volver al sofá. No era su asunto, de todas formas. 

Por supuesto, terminó por abrir la puerta.

Y ahí estaba entonces, sentado en el porche, el mismo gato que se había cruzado tiempo atrás cuando volvía de la escuela. Lo reconoció por las motas de color más oscuro que se dispersaban por el pelaje claro, y porque en la cima de una de sus orejas había un pedazo de piel desaparecido. El felino lo miró con su gran par de ojos verdes, sentado sobre sus patas, con el orgulloso pecho hacia fuera y luciendo como si tuviese todo el derecho de estar ahí, gritándole en su puerta. Luhan le devolvió la mirada por un instante, y luego miró hacia la calle donde la lluvia continuaba cayendo como un caudal. Volvió a mirar al gato y de nuevo a la calle. Se mordisqueó el interior de la mejilla, sabiendo que era una mala idea. No era su asunto. 

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora