34: Dos palabras.

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Luhan llevaba casi media hora sin moverse, de pie frente al grueso cristal blindado; con la punta de la nariz casi rozando el vidrio. Del otro lado a varios metros, había un único león extendido sobre una gran piedra artificial que se alzaba por encima de un lago igual de falso. Pasaron otros diez minutos antes de que el felino se estirase, abriendo la boca en un gran bostezo que expuso su montón de dientes agudos, y dejara la imitación de su hábitat natural para resguardarse de las bajas temperaturas con el resto de su especie. 

Los hombros de Luhan se alzaron para volver caer en un suspiro, y se giró a encontrar la mirada de Sehun, como si supiera que éste no le había quitado los ojos de encima en ningún momento. Probablemente lo sabía.

Sin decir nada al respecto, se acercó al mapa sobre la pared de piedra seca y lo estudió, preguntando:

―¿Crees que los elefantes estén fuera? 

Sehun se paró junto a él, leyendo alrededor de la hoja.―Habrá que averiguarlo.

Visitar el zoológico en invierno era tal cual lo habían imaginado: un paseo desierto y sereno, lo cual era siempre un aspecto positivo cuando salían juntos. Lo malo era que, por el clima tan frío, muchos de los animales no estaban a la vista, pues se mantenían en sus cubiles de invierno. Habían visto un par de osos polares, unos pocos gorilas, algunas aves, y un león perezoso. 

―Pingüinos ―señaló en el mapa―. Los pingüinos tienen que estar fuera.

―No me gustan los pingüinos ―resopló Luhan―. ¿Pájaros que no vuelan? ¿Son siquiera pájaros?  

―Aves marinas. Ponen huevos, tienen pico y plumas... Sus alas son más como aletas, sin embargo.

―Abominaciones.

―Son lindos ―discutió―. Yo quiero verlos. Tú puedes mirar los peces o lo que sea.

Luhan alzó las comisuras de la boca y ahuecó una mano en la parte trasera de su cabeza, acariciando el cabello allí suavemente.―Vale. 

Se dirigieron al recinto que exhibía dichas aves marinas y se sentaron en uno de los viejos bancos frente al vidrio, mirando dentro del agua clara mientras mantenían una conversación sobre nada en particular. 

Un poco más tarde, Sehun se aventuró a preguntar:

―¿Quieres comer algo? 

Luhan presionó los labios juntos, claro en su gesto que la respuesta era no otra vez. Pero sabía que la pregunta de Sehun era más bien una suerte de recordatorio sobre cómo no estaba nada de acuerdo con su inexistente interés en mantener una rutina alimentaria decente.

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora