05.

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Las sensaciones no las puedo explicar, tampoco puedo decir el por qué siento que mis pies me llevan hasta donde está ella. La recuerdo igual que como la veo en estos momentos, aquella chica un poco molesta al ver que estoy a punto de llevarme el regalo que ella estaba a punto de comprar, esa caja de música que yo también quería para Hannah. Sí, posiblemente ya no es la misma, en muchos aspectos, o al menos los que yo recuerdo, ella ha cambiado bastante. Creo que las facciones de su rostro maduraron, porque sí, podrá mantener ese bello rostro de ángel, pero ahora la veo... distinta. Sí, idiota, todos crecemos.

Cuando crucé la pista y quedé a unos pocos metros, al fin pude volver a escuchar el sonido de su voz. De nuevo pensé en que el sonido de su voz sonaba de manera angelical, solo que esta vez tenía un toque de seriedad y coqueteo. Ella hablaba animadamente con un chico, creo que no era tan joven, porque se veía más mayor que el resto de los que estábamos aquí. Él iba vestido con ropas más elegantes que las mías, llevaba un saco azul marino, liso al tiro, con una copa de lo que parecía ser una bebida más cara que la mía. Mientras creo que él bebía whisky, yo bebía cerveza barata del lugar.

Ese tipo era definitivamente mayor que yo. No por mucho, pero parecía de esos exitosos empresarios que ya había culminado su carrera y que sin duda tenían todo el dinero y poder en sus manos.

—En serio, creo que es lo mejor que pudimos haber hecho para este verano —habló ella en un perfecto francés—. Las chicas y yo estamos como que muy emocionadas, pero también un poco desilusionadas, Louis.

—No hay nada de qué preocuparse, hermosa, sabemos que te vas a divertir más quedándote aquí —le respondió él.

Yo me senté cerca de ellos y pedí otro trago. Me mantuve con la cabeza gacha y pensando el algo para no parecer un maldito acosador.

El tipo con el que estaba era demasiado... ¿refinado? No lo sé, el derrochaba elegancia.

Muchas cosas vinieron a mí en ese preciso momento. Estaba emocionado por ver a esa rubia que ahora estaba totalmente cambiada, no sabía con certeza nada de ella, pero si un día me animaba a conocerla, lo haría.

—¡Hombre! —Escuché el grito de Sebastian que llegó a mi lado y bebió de mi trago—. Las francesas son de lo mejor, primo mío —Se recargó en la barra junto a mí.

—Creí que lo tuyo eran las mexicanas —me reí.

—Ni que lo digas, Alicia sigue en mi mente —suspira.

Solté una risa un poco fuerte, ganando un ceño fruncido de Seb.

—Pues cómo conseguiste que la chica te odie... creo que una chica francesa te espera por aquí, primo.

Unas chicas demasiado decididas se acercan a él y lo invitan a bailar. Él demasiado feliz sigue a las chicas, pero se gira para gritarme, fascinado:

Sueños lúcidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora