31.

2.1K 164 8
                                    

• • •

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

• • •

→ J O S E T T E ←



Miro por la ventana de la habitación en la que me encuentro. La señora Alondra ha sido muy amable al decirme que sigue en pie su invitación de quedarme con ella, su hermana también ha sido amable y ambas señoras se dedicaron a entretenerme para no pensar en lo que sucedió en casa de los señores Prescott.

Me siento tan mal con todo esto, en mi mente solo existen remordimientos. Siento la culpa ser parte de fundamental de mi pecho, y eso es que me siento tan impotente de no poder hacer nada al respecto más que desaparecer.

Sí, eso quiero.

Desaparecer.

Eso sería lo mejor. Lo mejor para todos.

Dave ya no necesita más dramas conmigo. Ya no necesita tener una carga más con una chica que solo le causará más problemas, no necesita que yo le otorgue mis problemas. Porque es cierto, mis problemas arrasarán con él y eso es algo que no quiero hacer. Me niego a hacerlo.

Sabía que esto no terminaría bien, sabía que pronto esta pequeña felicidad que comencé a sentir con él se esfumaría. Las cosas que siempre creí tener con él, los sueños que me comencé a plantear en el avión, en donde todo momento sostuvo mi mano... Todo se estaba esfumando.

Me permití llorar en silencio.

Toda la noche lloré en silencio en realidad. Miraba por la ventana de la habitación todo el tiempo, esperando que él llegara y me dijera que se quedaría a dormir toda la noche, como la noche antes de tomar el vuelo. Simplemente quise llorar de felicidad porque él me sostuvo, me abrazó en todo momento.

En toda la noche no pude dormir pensando en todo el lío en el que me metí. Hannah estaba embarazada, ella implemente debió mencionar ese pequeño detalle por teléfono porque así me habría mentalizado un poco más acerca de todo lo que estaba sucediendo en esta ciudad.

Necesitaba bajar a la sala de estar con la señora Alondra y saludarla para no sonar como la chica maleducada que he sido los últimos años de mi vida. Además tenía hambre y quería ver en qué establecimiento comer.

—Buenos días —saludé una vez que llegué a la parte baja.

—¡Aquí! —Gritaron desde el otro extremo—. ¡En la cocina, Hermosa!

Tomé una bocanada de aire porque de seguro mi aspecto no era el mejor, mis ojos estaba irritados e hinchados. También no me tomé la tarea de arreglar mi cabello, solo lo sujeté en una coleta y ni hablar de mi maquillaje, solo decidí no usarlo por hoy.

Dave tenía razón, aquí no era como en París. Aquí hacía calor, demasiado calor. Estábamos en noviembre, casi diciembre y realmente me estaba muriendo de calor.

Sueños lúcidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora