Sueños lúcidos

19.

MENSAJE Y NUEVAS ESPERANZAS

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—¿No hay alguna posibilidad de decir no? —Cuestionó la castaña, después bebió de su botella de agua y me pasó una bolsa de papas fritas—. En serio, Dave, creo que si no quieres ir solo dile que no a tu madre.

—No creo que se le deba decir que no a Ellison Prescott —contenté con simpleza—, mi mamá a veces es demasiado persuasiva. Además, para esas fechas Etienne organizó el viaje a Los Ángeles, los alcanzaré después de pasar Acción de Gracias con mi familia.

Laia suspiró y abrió una bolsa de papas para ella. A veces me impresionaba que comiera demasiado.

—Es tu decisión, además, tengo un poco de miedo acerca del cambio de clima. Si me dices que Phoenix está muy caluroso, no quiero ni imaginar como será allá.

—No te preocupes —reí—, yo creo que estás nerviosa de conocer Los Ángeles.

—¡Maldición que sí! Nunca imaginé que iría a esa ciudad, ni en mis más locos sueños, Dave. Pero debo tomarlo con calma, no quiero que Louis se burle sobre ello.

Solté una carcajada y tomé una papa de la bolsa. Mejor mantener la boca llena en estos momentos.

—Los Ángeles es una ciudad demasiado grande y buena —hablé, con la boca llena—, pero la última vez que la visité fue hace años, así que no sé si sigue realmente igual.

Terminé la bolsa de papas en una conversación amena con Laia acerca de las próximas campañas en Los Ángeles, y eso era realmente bueno porque ella era una de esas pocas personas —bueno, realmente la única— que hacía que me olvidara de todo lo que pasaba por mi cabeza, cuando mi mente estaba en Phoenix, pensando en Hannah.

Después de un día completamente agotador, llevé a Laia a su departamento y me aseguré de que entrara para poder partir al mío.

En ese momento recibí un mensaje:

«Sé que te dije que te mandaría un mensaje cuando fuera feliz, pero no pude resistirme y decir lo mucho que lo siento por mentirte. No puedo vivir sin ti, pero tampoco quiero estar cerca de ti, lo siento, Dave. Pero no hay esperanza... Se acabó completamente»

Fruncí el ceño al instante, porque, después de cinco meses que no sabía nada de ella había mantenido la esperanza. Creí que después de todo mi engaño sanaría en ella, pero fui demasiado ingenuo al pensar que así sería.

Comienzo a escribir el mensaje y me doy cuanta de lo patético que estoy siendo, sé que la lastimé, y eso no tiene perdón, pero realmente no me siento preparado para que la esperanza que tenía muera.

Borro todo lo que había escrito en el mensaje y mejor comienzo a conducir hasta mi departamento, que es ahí en donde debo de estar. Después de todo, todos tenían razón, siempre odié París y mi paga por ello es vivir en esta ciudad.

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Bajo los peldaños de las escaleras, porque mi día no empezó bien al ver el cartel frente al elevador que decía «Fuera de servicio» me dirijo hasta el estacionamiento y meto mis pertenencias en el asiento trasero para poder encender el auto y conducir hasta el trabajo de nuevo.

A veces creo que la manera en la que paso mis días son desperdiciados. Llevo cinco meses con la vida de un adulto y ni siquiera siento que los he aprovechado, todos creen que la independencia es buena, que te da responsabilidad pero también libertad. Eso, eso es para las personas normales que no tienen ningún remordimiento de consciencia.