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GRABAR Y NO CAER

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Si algo sabía de la vida, es que si luchas por algo, sabes que lo vas a conseguir. Es por ello que había logrado estar con Hannah hace más de cuatro años atrás. Recuerdo que había sido un año demasiado duro para los dos, solo estábamos en la edad de quince años cuando nos conocimos, cuando yo decidí defenderla de todas aquellas personas que la insultaban y agredían. Perdí amigos por ello, me alejé de todos con tal de protegerla a ella. ¿Si me arrepentía? Por supuesto que no.

Creo que todo fue contrario. Agradecía, porque me di la oportunidad de querer a alguien, al acercarme me di cuenta que ella era una chica que valía mucho, y que sin duda tenía que hacer algo para estar a su lado.

Me llevé la cámara conmigo en cuanto salí del departamento, era sábado, y era día libre, ya sabía que mañana tendría un día demasiado ocupado, junto al lunes y ni siquiera pensar en el martes que era el día de la entrega.

Esperaba que los créditos realmente valieran en la universidad porque así me permitiría graduarme de manera honorífica.

Bajé al primer piso y saludé al portero. No era demasiado sociable con las personas después de todo, a mí me costaba adaptarme, en ese aspecto, mis hermanos eran mejores que yo y sin duda que había beneficiado en el instituto.

Caminé por lo largo de la calle, tenía mis auriculares puestos mientras una canción de moda sonaba, además, también tomaba fotografías mientras caminaba. Miraba, me detenía, enfocaba y capturaba. Así era de simple, ya después editaba si era necesario.

Me detuve cuando el sonido de mi celular llamó mi atención. Era mamá.

—Lo siento, pero el señor Prescott no la puede atender en estos momentos, está a punto de tomar una bella fotografía de unas niñas pelirrojas que...

—No me vengas con eso, Dave Elijah —soltó de mala manera. Eso provocó que comenzara a reír.

—Bien, bien. ¿Qué sucede?

—Bueno, solo quiero saber si mi primogénito sigue vivo.

—Pues aun respira.

—¿Qué tal Francia? ¿Ya te agrada?

—Algo así —dije, arrugando un poco la nariz. Aunque no me viera, sabía que ella lo había notado, por el cambio en mi voz.

—Me parece que no. ¿Deben ser esos cursos? Yo los tomé también y son agotadores.

—Sí, lo son. Tengo que hacer un cortometraje para el Martes y hasta hace unos días conseguimos modelos ¿puedes creerlo? Por cierto —dije con emoción—, comencé a hacer pasantías en Módeles Fontaine.

—¿En serio? Eso es asombroso, hijo —exclamó.

—Lo sé, es increíble, nunca me imaginé que haría pasantías en el lugar donde trabajaste. Por cierto, mis jefes te recuerdan y mandan saludos.

—¿Jefes? ¿Quiénes?

—Etienne Fontaine y Amellie Harriot son mis jefes, cuando les mencioné que soy hijo tuyo se sorprendieron. Debió ser demasiado tiempo desde que renunciaste a tu trabajo.

—Eh..., sí. Ha pasado demasiado tiempo desde que me fui de Francia. ¿Y cómo están? ¿Muy viejos?

—Etienne es un hombre bien conservado a pesar de tener esa edad, y Amellie, bueno, ella es muy bonita. Tiene unos ojos azules impresionantes.

Sueños lúcidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora