LA ÚLTIMA ESPERANZA
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Hoy es veintiuno de diciembre, es el cumpleaños número diecinueve de Emma y Elliot. Mis hermanos llegaron al mundo ese día y no podía estar un poco más gruñón ese día. Pues claro, justo ese día dejé de ser hijo único.
Acababa de cumplir tres años de edad y no me pueden culpar por eso, era el único bebé en la familia, el abuelo no me hacía burlas por todo y, bueno... no recuerdo mucho de eso. Pero la vida de un hijo único así debe ser ¿no? Sin complicaciones.
Bajé de mi auto y me dirigí hacia mis hermanos. Habían transcurrido algunas semanas para que los volviera a ver y aunque Emma seguía un poco en su mundo, sabía que poco a poco se encontraba mejor. Con Elliot las cosas también las cosas avanzaban a su rumbo, para él estudiar todo lo relacionado en turismo le estaba abriendo algunas puertas para trabajar en un hotel, ya tomó un cargo lleno de responsabilidades y si seguía así, pronto iba a estar mudándose de la residencia para tomar partido por su cuenta en algún departamento.
Estas semanas avanzaban con calma, no eran las mejores de todas porque vivía con el miedo de que un día recibiera una llamada de mi familia diciendo que Hannah ya estaba en labor de parto, no era que me asustara ser padre aun, sino que me llenaba de pánico lo que pudiera suceder con Hannah al dar a luz a Lilia.
Parpadeé tres veces para comprobar la hora, y es que eran más de las dos de la mañana y aun seguía editando la campaña de Alaric Abbott, Laia me había ayudado a través de la distancia, pero estaba demasiado ocupada con sus asuntos como para siquiera prestarme algo de atención. Incluso cuando recibí su llamada en la madrugada de un sábado supe que su vida estaría hecha un caos. Solo bastó que dijera la frase que yo me temía por ella:
—¡Antonio está aquí y viene con mis hermanas! —susurró con exasperación.
—¿Qué mierda? Laia, hay una gran diferencia horaria, me gustaría que respetaras eso —gruñí.
—Es que no lo entiendes, Dave. Tengo a Antonio Montéz fuera de mi departamento, con mis hermanas. Y hay un tipo en mi cama.
—Joder, Laia Franco. ¿Sigues metiendo desconocidos a tu cama? Creí que aprendiste la lección desde la última vez...
—¡Claro que la aprendí! Pero es que... No es cualquier tipo con quien estoy aquí... Y ni siquiera tuvimos sexo.
—¿Entonces? ¿Tu compañera?
—Rachel no tiene nada qué ver en esto, de hecho ni siquiera sé por qué Louis Fontaine llegó borracho anoche, no esperaba que lidiar con él borracho sería peor que lidiarlo sobrio. ¿Sabes que se ríe como estúpido cuando bebe?
—¿Cómo es que él llegó a ti?
—No tengo ni puta idea. ¡Joder! Louis ni siquiera me mira y viene a mi departamento a hacer berrinches por Audric, ni siquiera sé cómo sabe de él.
—¿Siempre si saliste con Audric? Me sorprendes, Laia —murmuré.
La verdad es que mantener el contacto con ella era entretenido, me mandaba toda la información de Alaric y me informaba también acerca de Josette, y no es como si no tuviera contacto con ella. Claro que lo tenía, y me dolía que ella estuviera lejos de nuevo y sabíamos que yo no me movería de Phoenix hasta que Lilia naciera. Lilia... Tenía que buscar un segundo nombre.
Mi parlanchina amiga seguía contándome sus dramas y la verdad es que eso me entretenía demasiado, ahora sabía que aunque le cortó trabajo recibir a sus tres hermanas en su departamento, debe aparentar ser una persona responsable para que su hermana mayor no la acusase con su padre. Y pues la historia con sus hermanas es un caso perdido, hablar con ella por webcam resultaba incómodo con la hermana menor presente, Mara, se llama, y es como tener a la vieja Emma. Demasiado para mí.
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Sueños lúcidos
RomanceDave Prescott ha logrado manejar del todo sus sueños, él mismo considera que los controla y está seguro de que así es porque sabe que pronto podrá concluir la universidad, su familia es estable y sin dramas, y claro, mantiene una relación formal con...