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GRANDES PASOS

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Día número mil ochocientos sesenta y cinco.

Hannah y yo nos citamos en un consultorio, en donde ella se está atendiendo para todo lo relacionado con el embarazo. Dijo que no era necesario que yo la acompañara con el cardiólogo, pero creo que eso es algo que debo decidir yo.

Ahora mismo yo debería estar en un avión hacia Los Ángeles, incluso también debería estar ahí Josette, pero fue convencida por mi hermana para quedarse unos días más e intentar conocerse. Cosa que me sorprendió demasiado de Emma.

Miro hacia todas las personas que esperan su turno. Hannah no debería tardar en llegar, incluso creo que esto es un poco extraño, yo debí ir por ella hasta su casa. Pero ella insistió más, diciendo que era su papá quien la acompañaba a la mayoría de las consultas y no quería romper con ello.

Estaba muy nervioso, y la respuesta a esos nervios tenían nombre y apellido: Clayton Howland.

No me podían culpar por ello, después de todo había sido yo quién embarazó y engañó a su hija. Y sabía que cada minuto que pasaba era uno menos para mi muerte. Joder, sí que estaba en un gran lío.

Miré las revistas de paternidad que estaban adjuntas con las de bebé recién nacido y mamás primerizas, y estuve demasiado tentado a abrirlas. Necesitaba saber más de ello, después de todo era mi hija y tendría que aprender a cuidarla. Sin pensarlo más de dos veces más tomé una y miré el primer artículo que hablaba acerca de los cuidados nocturnos, algunos de ellos decían que los bebés se despertaban de dos a tres horas a comer, a veces a ser limpiados y por las mañanas tenías que limpiarlos, siendo eso lo primero del día. Que lo más recomendable era que el bebé durmiera boca arriba. Todo el artículo hablaba de cómo debería disfrutar del bebé y estar al pendiente en todo momento, ahora debía hacerle saber que yo era el padre y que nuestro contacto debería ser el más posible. Mierda. Voy a ser papá.

—¿Dave? —Levanté la vista para encontrar a Hannah con el ceño fruncido mirando hacia la revista. Sí, puede que no sea la mejor persona, pero quiero aprender de esto.

—¡Uh, hola, Hannah! —Bajé la revista enseguida y me levanté de mi lugar para cederle el lugar a ella.

—¿Llevas mucho tiempo esperando?

—No.

—¿En serio? Parecías entretenido leyendo...

—¿La revista? No, solo estaba viendo las imágenes, ponen bebés muy bonitos en esas revistas, tenía curiosidad de verlos nada más.

—¿Bebés bonitos? Entonces no confías en que tu bebé sea hermoso...

Palidecí.

—Claro que lo será, yo soy el padre —dije con arrogancia. Eso provocó que ella alzara una ceja y oprimiera una carcajada.

—¿Estás seguro de que tú la hiciste solo? Te recuerdo que soy yo quien la traigo dentro de mí.

—Claro que la hicimos los dos, pero mis genes son fuertes. Díselo al abuelo...

—¡Claro que no haré eso! Tu abuelo de ahí tomaría un arma para burlarse de mi bebé por toda su niñez y adolescencia como lo hizo contigo. No quiero esos traumas para ella.

Comencé a reír y ella no pudo evitar hacerlo también. Cuando la risa cesó se instaló un incómodo silencio, duramos unos minutos así antes de que ella fuera nombrada y pasáramos al consultorio de la doctora. Con cada paso que daba para llegar a la silla frente a ella más nervioso me sentía. Nadie puede culparme por ello, estaba a punto de ver a mi hija.

Sueños lúcidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora