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«Cuando te vi, supe que tenía que ayudarte, pero sabía que era tú quien me ayudaría a mí»
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DÍA DOSCIENTOS TREINTA Y SEIS
Cuando Dave salió del entrenamiento de lacrosse, rápidamente corrió hasta el área de las gradas en donde una chica con una sonrisa plasmada en el rostro, le esperaba.
Después de todo siempre sí podía ayudarlo, hacía más fácil todo cuando los entrenamientos terminaban. Ella se volvió su incentivo para poder continuar con los entrenamientos de lacrosse a los que le costaba asistir.
—Hola tú —le sonrió él y se inclinó para plantar un beso en sus labios.
Dave siempre consideró que ella sería la chica con la quería estar todo el instituto, también sabía que ella sería la chica. No hacía falta hacer más hipótesis y teorías acerca de más chicas con las que estaría porque simplemente sabía que ella estaría. Además, aun le dolía el hecho de tener que esconderse de todos.
Hannah no era una chica como las demás, ella era diferente porque su padre así lo quiso. Ella era chica reservada, seria, y demasiado tímida porque su padre así la impuso. Además de no poseer la seguridad de las demás, también había prohibido todo contacto con algún chico, porque era la forma en la que solo se dedicaría a su hermano menor.
Ella sonrió entre el beso. Decidieron alejarse unos pasos más atrás, más escondidos del mundo en realidad.
—Has sobrevivido a otro entrenamiento, Dave. Deberían darte un premio por eso —murmuró ella, con más calma. Los besos de Dave la dejaban sin aire.
—Si tus premios son los besos... —susurró él, besándola de nuevo.
Ella rió y se sostuvo de sus hombros, sintiéndose ruborizada por la poca experiencia que poseía en los besos, y con los chicos en realidad. Para solo tener quince años, Dave era el primer chico que la besaba, que sostenía su cintura y con todo descaro pasaba una mano por debajo de su blusa.
Los besos que Dave le proporcionaban no eran de esos desenfrenados que le narraban las novelas de ficción que leía. Esto era mucho mejor. Se sentía querida por primera vez, o muchas veces, si se decía por todos los besos que Dave le había dado ya.
Él se separó de ella y le tomó un mechó de cabello castaño.
—Me gustas mucho, Hannah.
Ella se sintió pequeña con esas palabras. ¿Cómo podía ella gustarle a él? Ni siquiera era la mitad de lo que las chicas normales eran.
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Sueños lúcidos
RomanceDave Prescott ha logrado manejar del todo sus sueños, él mismo considera que los controla y está seguro de que así es porque sabe que pronto podrá concluir la universidad, su familia es estable y sin dramas, y claro, mantiene una relación formal con...