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Esperé impaciente en la sala de esperan en el aeropuerto. El destino ya estaba programado para dentro de media hora, teníamos que comenzar a pasar pronto para poder subir al avión.

Josette dijo que iba al baño y yo comenzaba a exasperarme por la insistencia de la abuela en darnos consejos. Digo, no estaba mal, me molestaba el hecho de que quisiera hablarnos de sexualidad, y si mi memoria no me falla, ella fue la que se embarazó de mi madre cuando tenía dieciocho años de edad. He ahí el problema de porqué el matrimonio de mis abuelos no funcionó, ellos eran demasiado jóvenes.

El caso es que me incomodaba que habláramos de sexualidad, sobre todo teniendo en cuenta de que con Josette las cosas no han llegado a más que unos simples besos. La noche anterior decidió quedarse a dormir en mi departamento porque tendríamos que partir muy temprano para el aeropuerto. Respeté su espacio y le ofrecí la segunda habitación, pero sin una razón, terminamos durmiendo juntos, como dos personas normales en una relación de mucho tiempo. Además así era mejor, supongo.

Bueno, en realidad ella durmió, porque yo no pude pegar un solo parpado en ningún momento, la miré toda la noche y sentía un nudo en el estomago por todo lo que me había contado. Además... ¡Vamos! Soy hombre y tenía meses sin practicar alguna actividad sexual. Me sentía atrofiado.

—Oh, Dave —se quejó la abuela—. No sé si soportaré al gruñón de tu abuelo, tengo meses sin verlo y solo quiero que nos mantengamos a distancia.

Solté una risa mientras la miraba divertido.

—¿En serio? ¿Por qué no trajo a Fabién con usted? —pregunté, ella hizo una mueca al mencionar al señor con el que salía hace unas semanas atrás.

—Estaba loco —señaló, indignada—. Quería que me casara con él, ni siquiera podía. Dime, pasas por un divorcio traumante y lo único que quieres es una relación estable... ¿Qué tienen los hombres con casarse ahora? Yo no me quiero casar, Dave.

Enarqué ambas cejas, con asombro. Sin duda es una abuela moderna.

—Sin duda usted es la mujer que todo hombre moderno quiere —bromeé—. Todos buscamos libertad y usted también la quiere.

—No deseo casarme, Dave. Ya estoy vieja para esas tonterías, además, viví una boda preciosa cuando tu madre se casó con tu padre. Elliot y tú se miraban muy monos con esas pajaritas, ni hablar de mi princesa Emma, ella llevaba uno divino.

—Sigo sin entender por qué se casaron cuando ya habíamos nacido los tres, además, ni siquiera entiendo su historia —me reí, mirando cuando Josette llegó a nosotros, ella se sentó de nuevo a mi lado y me sonrió.

—Oh, Josette. Estamos hablando del matrimonio de los padres de Dave ahora —le informó la abuela. Josette asintió sonriéndole—. Ya sabes que tus padres eran un poco locos, Dave. Además después de esos diez años ellos volaron en su relación, cuando menos pensé mi hija ya estaba en Nueva York con Daniel —se encogió de hombros—. Cuando volvió a Francia para renunciar a la Agencia y recoger sus cosas... le di el sermón de la vida, estaba tan molesta pero al mismo tiempo feliz por ella, ah, pero no se escapó de mi furia.

Sueños lúcidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora