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DECEPCIÓN

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Canción: Human — Christina Perri

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Siempre fui la chica fácil.

Bien, no he dado motivos para demostrar lo contrario.

Cuando tenía quince años de edad papá no entendía que lo único que quería era mi libertad, cuando cumplí los dieciséis él decidió que debía comenzar a trabajar en la tienda para no ser una buena para nada. Todo estaba bien, ese año hice cosas verdaderamente productivas y descubrí que tenía talento para los instrumentos de cocina, descubrí que quería ser chef.

Para papá, un hombre que se la vivía de los negocios, y para mamá, una sumisa a lo que papá ordenaba, no era como que lo más apropiado. Una señorita con clase y con dotes de salir adelante como una buena abogada pudiera hacer. Mamá dijo que podía utilizar mis sueños y fantasías cuando estuviera casada y con hijos. Pero creo que ella sigue en esa burbuja, porque no ha entendido la magnitud de las cosas, y sabe que ya no puedo casarme como si nada y ser feliz.

Cuando decidí darle el gusto a papá y estudiar Derecho, creo que fue una de las mejores decisiones que pude haber tomado. No quería tener problemas en ese momento, no quería salir de casa enojada, tenía miedo. El miedo puede hacer que caigamos ante cualquier persona imponente, que nos humillemos, pero también hace que nos impulsemos para levantarnos y atacar con más fuerza.

Aun no me sucedía.

Aun no podía levantarme a luchar.

—Las leyes que protegen a un trabajador, son muy importantes si ustedes se quieren ir por la rama laboral. Pero también son de gran utilidad si quieren formar parte de una empresa. Ya que, si toman en cuenta también la ley que protege a un patrón, les abrirá las puertas en cualquier empresa a la que deseen ingresar —explicó el profesor mientras anotaba todo en una hoja de papel. Además de tener el libro en mano contadas las leyes de un trabajador.

Terminé de anotar todo lo que había en la pizarra proyectado y traté de entender todos los artículos que había, además de las fracciones que se le derivaban.

La hora de la clase terminó y me alejé a paso apresurado de todos.

No quería convivir con nadie en ese momento, no me apetecía porque me sentía como la mierda. Aun sentía las palabras de él clavadas en mi pecho y eso realmente me asustaba.

Todavía podía ver su mirada y sentía pena por mí, me tenía lastima a mí misma y eso hacía que me doliera más el corazón. Así como hace tres años atrás.

—¡Josette! —cerré los ojos, y traté de ahogar un lamento porque no quería hablar con nadie.

Me giré para ver el rostro de Malorie, una compañera con la que compartía algunas clases.

—Hola —Forcé una sonrisa y traté de que no fuera demasiado obvia para que ella no se sintiera mal—. ¿Qué sucede?

—Mejor dicho qué es lo que te sucede a ti, estás muy extraña —Comenzamos a caminas a la par y ella sacó su celular para verificar algo—. Se hace un poco tarde para la siguiente clase, nos toca juntas. ¿Quieres que te acompañe?

Sueños lúcidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora