Capítulo 5

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El martes, al volver de la escuela, mi tía no estaba en casa y no volvió hasta las nueve de la noche de donde sea que estuvo. Me pidió disculpas por no llevarme de compras y por eso ahora estamos aquí.

Hoy es miércoles. Son las cuatro de la tarde. Hace una hora salí de la escuela y estoy probándome un vestido color azul que ni siquiera me gusta, pero mi tía dijo que me quedaría precioso y como ella es la que pagara esto, no puedo negarme. No puedo concebir que me compre ropa como si fuera su propia hija.

Esto es nuevo para mí, como todo desde que llegue aquí. Jamás tuve a alguien que me comprara y me acompañara a conseguir ropa nueva. Me habría gustado hacer esto mismo con mi mama, pero nunca se pudo. Cuando era pequeña tengo vagos recuerdos de ella sonriéndome, peinándome y besándome. Ella me cuidaba, cocinaba, lavaba... Hasta que llego el momento en que tuve que encargarme de esas cosas por ella. No me quejo, no puedo hacerlo. Si no le hubiera ocurrido esto, estoy segura de que jamás me habría dejado encargarme de cosas que en edad tan temprana no debía hacer.

Negué y me rehusé a estar resentida con alguien por eso, nadie tenía la culpa, solo no tuve suerte.

Salí del probador. Mi tía junto a dos vendedoras sonrieron al verme

—Perfecto —La primer vendedora

—Bellísima —Mi tía

—Fue hecho para ti —La segunda vendedora

Sonreí de la forma más forzada existente por un ser humano. Me mire al gigante espejo frente a mí y parecía un pastel celeste lleno de relleno.

No esperaba otra cosa de este sitio. Es demasiado majo. Lleno de ropa, espejos, impecable y demasiado formal para alguien como yo.

— ¿No te gusta, no? —Pregunto mi tía. La comprensión en su rostro y el entendimiento me hicieron hacer una mueca que le dijo cada cosa que necesitaba saber.

—Está bien, quítate eso e iremos a donde tú quieras y compraremos lo que a ti te gusta —Concluyó. Se levantó del sillón blanco y camino hacia una de las vendedoras.

Me iba a volver a meter en el probador cuando vi a través del cristal que mostraba la calle. Una persona bastante conocida. Su campera con capucha negra y su cicatriz en el cuello no me dejo duda. Era Donovan.

Me pareció sumamente raro verlo en un lugar como este, el cual está lleno de tiendas con joyería o ropa de "Alta costura", estaba claro que no es mi estilo y quiero creer que el suyo tampoco. Un miserable zapato cuesta cuatro mil dólares... Y me refiero a un solo zapato, no el par.

Una parte muy importante de mí se lleno de curiosidad. No iba a seguirlo para ver a donde se dirigía, ni loca.

—Tía, me llevo este vestido. Ya vuelvo —Empecé a correr hacia la salida del lugar ignorando los gritos de mi tía detrás de mí. No quería hacerlo... Realmente no debí hacerlo. No estoy segura de que puedo conseguir siguiéndolo.

Desde el conflicto que tuve con él en el patio, me observaba, todo el tiempo, lo notaba y Donovan tampoco era muy disimulado.

¿Me sigue?

No, no lo creo. Estoy paranoica.

Donovan, caminaba rápido y seguro. Tome cierta distancia de él y camine para ver a donde se dirigía. Dos cuadras más adelante vi que entro por un callejón ¿Qué mierda hace en un callejón? En ese momento debí darme la vuelta e irme, tenía un mal presentimiento, haciendo como que no paso nada debería haber dado marcha atrás. Lamentablemente no lo hice.

Di paso por paso, lentamente, y cuando estuve a solo un movimiento de entrar para encarar la situación, lo único que pude hacer fue inclinarme hacia los adentros del lugar y ver un poco que estaba ocurriendo. Había un auto rojo, deportivo en el lugar y dos chicos a los que solo podía verles la espalda. Era un coche con clase que no cualquiera se hubiera permitido pagar. Donovan, se inclinó en la ventanilla del auto y empezó a hablar con los chicos dentro. Saco una bolsa llena de un contenido blanco y se las dio. Estoy segura de que eso era cocaína.

No confíes en mí © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora