Capítulo 50

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—¿Qué haces aquí? —susurré mirando a Donovan de forma severa, pero no pude evitar la sonrisa que se amoldó en mis labios cuando por fin puso ambos pies en mi cuarto y cerró la ventana.

Esto era una clase de Romeo y Julieta.

Solo que Romeo es más idiota y Julieta una perra.

Arqueandó una ceja, no se movió de su lugar y se encogió de hombros. —Vi la luz encendida

Me levanté de la silla de mi escritorio y él enseguida se acercó a mi tomando mi rostro entre sus manos. Inhalé profundamente, disfrutando el tacto. —¿Eres consciente que me dejaste hace tan solo hace cinco horas aquí?

Sus labios se curvaron a un lado. —No porque yo quisiera.

Colocó sus brazos a mi alrededor y yo me deje caer sobre él. —Yo tampoco lo quería, pero tenemos tarea que terminar y hace un día entero estamos juntos.

—¿Qué sean dos?

—Eres imposible —dije sacudiendo la cabeza y él por fin, me beso con suavidad.

Maldición, nunca creí que fuera así. Hace tan solo dos días estuve a punto de delatarlo con la policía y ahora estaba en mi habitación abrazándome y actuando como otra persona totalmente diferente a lo que creía conocer.

Cuando éramos amigos solía rozar mi mano ocasionalmente o poner su brazo en mis hombros, pero jamás de la forma tan significativa en la que lo estaba haciendo ahora, nunca con tanto sentimiento. En ese entonces, sabía que le ponía nervioso tocarme, lo notaba, pero de todos modos lo hacía y a mí me fascinaba. No obstante, no se compara un ocasional roce con estar entre sus brazos, ni cerca.

Al alejarse y dejarme un momento de claridad —cosa que con sus manos sobre mí no lograba del todo—, descansó su boca sobre la cima de mi cabeza y plantó un dulce beso allí. Un pensamiento apareció en mi cabeza.

Su madre.

Hace un día entero está conmigo

¿Qué había con ella?

Lamiendo mis labios, tratando de encontrar las palabras y no encabronarme como suelo hacer, abrí mi boca, tal vez para cagar todo lo que estaba resultando bien para nosotros. —¿Puedo preguntarte algo sin que enloquezcas?

Su media sonrisa desapareció y me miro casi como si se sintiera culpable de algo, no sé cómo podía deducirlo, solo lo hice. —¿Qué?

—Tu madre... —Empecé a decir, pero él se alejó completamente de mi cortando mis palabras.

Definitivamente iba a enloquecer.

Soltó un bufido y apoyó su cuerpo contra la pared al lado de mi cama. Se alejó lo suficiente como para hacerme entender que tocaba un tema tabú para él. —¿Qué ocurre con ella?

No me acerqué a Donovan, si iba a actuar como un niño, iba a dejarlo. —¿Dónde está? Ya sé que te mudaste, te busque cuando desapareciste, ¿recuerdas? Y desde que volviste, no la nombras y no estoy muy segura de que momento ocupas para estar con ella. No es necesario que siempre vengas a verme tú, podemos estar ambos con ella si deseas estar conmigo y...

Pude ver un destello de remordimiento en sus ojos, pero al instante fue remplazado con su gran ceño fruncido.

—Necesito que decidas —soltó de repente. Su voz se hizo más fría, más calmada. Él se empujó de la pared y caminó hacia mí, por culpa de mí falta de respuesta—. Prefieres estar conmigo, que venga a verte todos los días, salir, pasarlo increíble como ayer o...

Suspiré rogando que no dijera nada que terminara con mi poca compostura hacia su hostilidad. —¿O?

—O seguir haciendo preguntas que no podre responderte Alicia, y si lo hago, te mentiré

No confíes en mí © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora