M U T E.

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— ¡La comida está lista!— seguido de el sonido de una pequeña campanilla.

Harry escuchó gritar a Nora, hermana de su mamá, Anne. Junto a Dallas y el más pequeño, Zeth, dejaron los controles de la Play Station a un lado y bajaron corriendo las escaleras, entre risas hicieron una carrera hasta la cocina. La casa de los abuelos era enorme, y había sido dejada como herencia a sus hijas, puesto que estaba en medio de la nada, y todos los vecinos tenían entremedio kilómetros de distancia, la familia Cox solo visitaba la casa en épocas importantes o cuando tenían ganas de reunirse. Los tres llegaron a la cocina empujándose amistosamente y riendo. 

— Sin pelear, chicos. Siéntense.— dijo Anne, sonriente. 

Los tres tomaron asiento mientras prestaban atención al rededor. Sally, hija mayor de Nora, estaba sentada junto a su marido, Christian, y su pequeña hija Kendra. Dani, sobrina de Nora y casi su hija, platicaba animadamente con Ángela, nieta de la única hermana que tenía el fallecido abuelo. Por la puerta entraron del brazo y riendo, Susan y su recién presentado prometido, Francis Lawler, un hombre de negocios muy conocido en Reino Unido. El hombre era en realidad más amable de lo que aparentaba, cuando Susan lo había mencionado, todos creían que sería un hombre estirado, con un mal humor y demasiado superficial, era todo lo contrario, era un buen hombre. 

Nora y Anne sirvieron la comida con la ayuda de Antonette y Candace, tías de Anne y Nora. Eran una familia grande.  

Acabada la comida, todos los chicos salieron al patio, el terreno era enorme, así que todos podían tener su espacio para jugar o hacer lo que quisieran, con la única condición de que no se alejaran mucho. Mientras, los mayores se relajaban sentándose fuera de la casa, observando a los niños correr y a los más grandes juntarse en grupos para hablar o jugar en sus consolas. 

Harry se sentó en un circulo con sus primos más cercanos, Dallas de 16, al igual que él, Zeth de 13 años, Jerry de 18, June de 15 y Leilany de 17. Los seis se acomodaron cerca de un árbol. 

— Juguemos a algo.— dijo June.

— Contemos historias.— Leilany dijo después. 

— ¿Historias de terror?— propuso Dallas. 

Todos se miraron entre sí, estuvieron de acuerdo. 

— Yo empiezo.— Harry levantó la mano. 

Poco a poco la noche fue cayendo, y las historias de terror se terminaron contando en la oscuridad, creando la sensación de miedo verdadero, y de que alguien o algo los observaba. No estaban muy lejos de la casa, de hecho podían ver las luces de dentro encendidas. 

Fue el turno de Jerry para contar su historia de terror. Leilany y June habían terminado casi una encima de la otra, con las manos juntas mirando asustadas a Jerry. Harry estaba inclinado hacia el frente, prestando atención a la interesante historia de Jerry, Zeth tenía el rostro cubierto, pero estaba escuchando, y Dallas miraba paranoico alrededor de ellos cada cinco segundos. La oscuridad era absoluta, pero las estrellas eran mucho más brillantes que en cualquier otro lugar. 

—...Y cuando curioso se asomó, algo lo jaló desde dentro, llevándoselo para siempre a un lugar desconocido y seguramente escalofriante.— terminó Jerry de contar su historia. 

— Ay, no. Tendré pesadillas.— dijo June. 

— Mejor ya vámonos adentro. Hace frío y quiero chocolate de la abuela Candace. — Leilany se levantó y se sacudió el pantalón. Los demás la imitaron. 

— Shh...— dijo Dallas. — ¿Escuchan eso?— susurró. 

Todos se quedaron quietos, tratando de descifrar a qué se refería Dallas. El movimiento de hojas los perturbó, pero rápidamente Zeth chistó.

M U T E |H.S.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora