Capítulo VII

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Abrí los ojos y sentí mucho frío. Aldo López no se iba ni de mis sueños y escuché las teclas de un computador.

Busqué el sonido y estaba más cerca de lo que yo pensaba y mi Dios, aquel hombre estaba allí. Negué para mi y maldije a mi mente. Estaría yo soñando otra vez?

Su cabello negro estaba despeinado y algo mojado, vestía una camisa rosada y un jean. Apretó su puño al observar algo en el computador y dijo un improperio bajo.

Acaso estaba ahí para vengarse como me lo había dicho en el sueño? Y si todos los noticieros están afuera?

Respirar empezó a dificultarse y el giró de inmediato. Sus ojos observaron primero a los aparatos y luego se detuvo en mi.

-Hola Virginia Adams.

Dejó el computador a un lado y se sentó justo a mi derecha. Me arregló el oxígeno y sin ninguna expresión se dedicó a observarme.

Mi nombre en sus labios era algo tan extraño. Nadie usaba mi nombre de tal forma y aquello empezaba a imponerse.

-Deje que el oxígeno haga su trabajo, respire tranquila, nadie le hará daño.

En doctor entró y sonrió al verme despierta, mientras que yo no pude ni fingir . Aldo López seguía a mi lado y su perfume estaba haciéndome danzar.

-Totalmente complacido de verla despierta Adams. Usted tiene que continuar poniendo de su parte para que pueda acompañar al señor.

Aldo no me permitió ni sonrojarme porque se acercó al doctor de inmediato. -La ve mejor? No cree que aún está demasiado pálida?

Estaba preocupado por mi? Pero por qué?

-López, tenemos que trabajar todos para que ella pueda salir de aquí lo antes posible.

El doctor empezó a chequearme y tocó mis costillas. -Ya están casi sanas, te duelen mucho todavía?

Me sorprendí al escucharlo. Tenía las costillas rotas?

Aldo notó mi asombro. -Doctor, creo que la joven no tenía conocimiento de ese problema. Su semblante cambió y su mirada me asustó. He hecho algo mal.

-Virginia, tu enfermera vendrá a darte de comer, debes colaborar.

Asentí con el miedo en mi cara. Y el continuó. -Tu mejoría va a depender de tu esfuerzo. Me entiendes?

Asentí de nuevo y el doctor se marchó. No me atrevía a verlo y el caminó hasta regresar a su lugar. Sentí su respiración y seguido a esto, su mano en mi mejilla. -Puede mirarme?

Me giré a verlo y mi corazón se aceleró. Aldo es tan hermoso. No hay defecto en el, es una pintura.
Pero tenía que ser sincera, qué el quería conmigo? Acaso Camila le comentó mi situación y por lástima se apiadó?

-Gracias, se siente mejor Virginia?

Con un movimiento de mi cara se lo confirmé e hice la pregunta que me tenía desesperada. -Por qué?

Su semblante cambió y se mostró tan frío como en aquellos días en la cárcel. -No entiendo su pregunta, me refiero a que si se siente mejor?

Mis ojos se llenaron de lágrimas. -Por qué usted está conmigo? Por qué me está ayudando? Camila, dónde está? Yo no merezco que esté aquí.

Sin si quiera mostrar un simple gesto, me sorprendió, limpió delicadamente mis ojos y se encogió de hombros. -Nadie merece morir, todos merecen una segunda oportunidad. Quizás para... -Se detuvo y pensó, luego prosiguió con la postura de hombre rico que había visto aquel día en la revista. -...Pagar lo que debes o simplemente porque tienes suerte.

¿CULPABLE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora