Capítulo XVI

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Lo seguí con mis ojos hasta el despacho y aproveché para lavar los platos. Quién iba a pensar que estaría mudada con el hombre que había culpado siendo él también una víctima?

Mi corazón no cabía en mi pecho, mi viejito estaría tan feliz por esta nueva oportunidad que me había dado la vida.

-Te amo papito, pronto iré por ti. Solo espera un poco. Deja que me recupere por completo para luchar por ti.

Regresé a la habitación y la arreglé. No había nada personal allí, ni una foto suya. Podría yo algún día darle vida?

Las horas pasaban y no me atrevía a entrar a su despacho e interrumpir su labor pero la noche se acercaba y sabía que tenía hambre.

Caminé hacia su despacho y allí estaba, tenía tres computadores encendidos y se veía cansado.

Respiró profundo y notó mi presencia. Levantó esa mirada oscura y me sonrió débil. -Preciosa...

Nerviosa llegué hasta sus piernas y me abrazó. -Perdón por venir de esta forma, se que tienes hambre...

Me besó con cautela y su rico sabor me debilitó. -Eres tan bella... por qué tardé tanto en ir por ti? Susurró en mi cuello.

Acaricié su rostro. -Me imagino que porque no estabas seguro de tener otra responsabilidad.

Asintió y me mostró parte de todo su trabajo. -Se suponía que iba a estar de vacaciones y... no sabes las ganas que tenía de ir a buscarte y hacerte el amor toda la tarde pero decidí concluir con todo esto hoy y poder dedicarte todo el tiempo que dure aquí.

-No te preocupes, te entiendo. Sin embargo, ya es hora de comer.

Rio de lado y lo amé más. -Me está dando órdenes Señora Adams?


Con su característica actitud mixta de timidez, coqueta y enamorada asintió. -Quiero que estés sano y que no te saltes las comidas como yo lo hacía. Te aseguro que no me dio buenos resultados.

Reí al escuchar su espontaneidad. Está vez la besé más fuerte y me olvidé del mundo. No hice como en las películas que para despejar el escritorio tiran todos los documentos, yo le sonreí despacio y los llevé hacia un sofá. Me mostró toda su dentadura y se sonrojó cuando de un tirón le quité el seductor vestidito.

No me importaba lo delgada que estaba todavía, eso yo lo arreglaría, lo que me importaba era la locura que mi organizada vida sentía cuando ella estaba en mis brazos.

Besé sus rosados copos y la penetré. Gemí tras ella. Tan estrecha! Tan frágil! Tan rica! -Eres mía rubia.

La besé a la vez que le demostraba todo lo que puede darle su hombre. Sus músculos se tensaron y abrió más sus piernas. Eureka! La llené por completo y le dejé sentir mi nectar solo cuando ella ya había llegado al climax.

Me miró perdida. -Te amo.

Asentí y la tomé en mis brazos hasta lo que ahora es nuestra habitación. Nos metimos a la ducha y quise cogerla otra vez pero aún respiraba agitada.

Tomó la esponja y lavó mi espalda, yo hice lo mismo y la besé con todo mi corazón.

Nos secamos y ella se detuvo en su equipaje. -Qué me pongo?

Le señalé el closet. -Un pantalón de los míos y una playera.

Rio hermosamente y este débil corazón se encogió. -Es en serio, abre ese closet. Le señalé.

Me miró impresionada y lo hizo. Al ver toda la ropa se sentó en la cama y sus manos temblaron.

Dejé que se recompusiera, no quería hacerla sentir una debilucha.

¿CULPABLE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora