Capítulo XIV

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Mi superior empezó con su exposición y esta vez no fue Aldo quien interrumpió, fue otro accionista. -Nadie nos comunicó de la entrada de una mujer al equipo de directivos, siguen incumpliendo Vincent?

El nombrado se justificó. -Ustedes señores estàn informados de que nuestra encargada de recursos humanos está de licencia. Yo mismo tuve que entrevistar a la joven.

Aldo achicó sus pequeños ojos pero no interrumpió mi exposición.

Una vez concluida la presentación los accionistas empezaron a discutir nuevos temas y yo había acertado, querían una nueva subsidiaria.

-Qué le ha parecido trabajar en esta empresa Miss Adams?

Esa voz era la única que podía desorientar, orientar, ubicar y desubicar a mi corazón. Lo miré sin ningún rastro de dolor ni afecto. -Me ha tocado un equipo ejemplar.

Continuó con otros empleados y todos se mostraban nerviosos, yo necesitaba salir de allí y amé cuando se dio por terminada la presentación.

Casi corrí a la pequeña oficina que me habían asignado y apagué la luz. Mis manos temblaban y no podía sacar aquel rostro de mi cabeza.

Me tomé un vaso de agua y respiré profundo hasta escuchar que habían iniciado la hora de almorzar.

Y la puerta se abrió.

Su perfume entró a mis fosas nasales como si ellas estuvieran ansiosas por recibirlo. Respiré.

-Virginia.

Cerró la puerta y le puso el cerrojo.

No levanté la cabeza. -No le han enseñado a tocar?

-No en lo que me pertenece.

Lo miré con tanta rabia. -Le aseguro que si hubiese sabido que esto es suyo sería el último lugar para buscar empleo.

Estaba tan hermoso. De repente se acercó a mi y se arrodilló ante mi silla. -No quiero que me mires así, no lo soporto.

-Y qué pretendes? Que porque sea tu empleada tenga que ser hipócrita y besarte los pies? Prefiero renunciar!

Me abrazó y lo empujé. -Esto se parece a Fifty Shades of Grey! Aparecerás ahora en cada empleo que tenga?

Me levanté tan enojada con el. -No quiero que te acerques a mi. No soy un maldito juego.

Se quedó allí en el suelo y ni aún así perdía su clase. -Lo siento.

-Es lo único que usted sabe decir?

-Solo dos personas escuchan eso de mi boca. Tú eres una!

Busqué mi cartera y salí de allí como alma que quiere irse a los pies de Dios.

Sentía sus largos pasos detrás de mi y en el ascensor logré perderlo de vista.

Casi corrí hasta llegar a un taxi y una mano me detuvo. -Señorita Virginia, un placer verla.

Jim estaba allí y habló por su radio. -Está conmigo jefe.
-Contigo? No te atreverás a ponerme un dedo encima.

-Acaso quiere que me despidan?

Cerré los ojos y dejé que me guiara. Me subí a un vehículo y allí estaba el, esperando por mi.

-No se si quieras saberlo, pero acepté venir solo para verte. Un día más sin tí y hubiese enloquecido.

Tomó mi mano y la besó. -Quiero que me mires, te lo pido.

-Estoy harta de tanto juego y de tu indecisión. Llévame al departamento y yo también te voy a pedir que desaparezcas. Sabes hacerlo muy bien.

¿CULPABLE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora