Capítulo XI

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Salió de la ducha en un pantalón de pijamas y la toalla en su cuello. El olor de su jabón me hizo estornudar y sonrió. -Huele mal?

Negué anonadada con el y se acostó en la cama. -Qué incómoda es! No te has quejado?

-Para mi es perfecta, no tiene nada de incómoda.

Nos quedamos callados y me acosté. No quería molestarle y me quedé en la esquina. Me giré con cuidado para ver si se había dormido y estaba equivocada. El estaba acostado en mi dirección por lo que quedamos frente a frente. -Estás muy cansado. Le susurré.

Acariciando mi cara asintió. -Te aseguro que verte recuperada le quita una carga a mis hombros. Quieres que te abrace?

-Duermo terrible. Lo has notado?

-Creo que lo importante es con quien duermas no como duerma esa persona.

Toda la sangre se fue a mi cara y me abrió sus brazos. Temerosa me acerqué y acosté mi cabeza en su todavía frío pecho.

Aquello que sentía era nuevo, me sentía protegida y no sabía qué hacer.
-Estás tensa, no te haré daño Virginia, algún día confiarás en mi?

-Eres en la única persona que confío es solo que... no creo que estés aquí conmigo y que no tengas miedo de dormir con alguien como yo...

Respiró profundo y besó mi hombro. -Duerme bien.

-Tu también Aldo. Dios te bendiga.

Minutos después decidí mirar su cara para confirmar si dormía y así era. Nos arropé y como si fuera un milagro la alegría que albergaba mi corazón en ese momento y su tranquila respiración, me durmieron.

Desperté y allí estaba. Sentado a mi lado con su computador.

Lo observé por unos segundos y admiré a ese dios. Sus labios rosados y su cabello despeinado hacia atrás tan negro como la noche que se acababa de ir, esos ojos pequeños y maravillosos.

Quisiera poder besarlo y nunca regresar a la realidad.

Estornudó y me miró. -Wow! Buen día Virginia, amaneces preciosa.

Cerré los ojos y sonreí. -No te burles!

Sonó el teléfono, se activó el altavoz de inmediato. Gruñí y el lo escuchó divertido.

-Virginia buen día, estás tarde para el desayuno. Te esperamos en 15 minutos.

Me levanté de prisa y escuché su risa.

Me duché y me cambié en el mismo baño. Salí como pude y me hice un recogido. Pinté mis labios, algo que era nuevo en mi y fui a buscarlo.

Seguía en la misma posición y me senté a su lado. -Debes cambiarte o me tocará el peor desayuno.

-Es una orden?

Negué y como si quisiera hacerlo a propósito caminó como un caracolito hasta el baño. Salió 5 minutos más tarde y se había puesto una ropa en lino. Duró unos 15 minutos arreglando su cabello y su ropa. Lo peor y gracioso del caso era que lo estaba haciendo a propósito.

Sonó el altavoz. -Virginia, tu hora de desayuno ha concluido. Te espera tu cita con el doctor.

Buscó en su bulto un jugo pequeño. -Desayuna con esto.

Lo miré al borde de la rabieta y rio. -A veces tardo en arreglarme.

No le contesté y me ayudó a destapar el jugo. -Vamos.

¿CULPABLE?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora