Capitulo 5

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El camino a la Universidad fue en silencio y, por primera vez en mi vida, el silencio parecía molesto. Esto se estaba volviendo una tortura: caminar desde casa hasta la universidad sola. Así fue toda la mañana, cada una de las clases. Ahora me daba cuenta de que sin Scarleth venir a estudiar era aún más difícil. Siendo sincera: no me gustaban los maestros (no es que tenga algo en su contra, son buenas personas), los alumnos, las miradas indiscretas, los trabajos. Como ya había dicho este no era mi sueño. No lo hacía por que quería sino por una promesa que pensaba cumplir. Todo había sido soportable este semestre (en comparación con los tres anteriores) pero ahora, sin alguien a quién contarle lo pésimo que es mi día, todo parecía el doble de malo.

Alén no se apareció en ninguna de las clases, tenía que pedirle que me dijera que estaba pasando, porqué mi padre lo mandó, lo más importante quería que me dijera: dónde y cómo encontrar a René; las cosas no se podían quedar así nada más. Tendría que arreglar todo para que Alén y cualquier otro narcotraficante que trabaje para él, o cualquiera de ellos, se alejara de mi vida y de quienes me rodeaban.

Sentía mi cabeza palpitar a causa del dolor que provocaban los problemas que se cernían sobre mí. Al entrar en casa todo era silencio absoluto ¡de nuevo el silencio! Caminé a mi habitación en pasos lentos, me sentía como si fuera de tela: suelta, ligera y sin poder mantenerme en pie. Me tiré en la cama y cerré los ojos, había sido un mal día, el peor de los días. Mis párpados comenzaron a pesar, mi respiración se volvió lenta y tranquila.

Al fin, pensé, un momento de paz.

—¡Alice, Alice! —gritaban mientras sacudían mi cuerpo de un lado a otro. Quizá ahora quería el silencio de vuelta.

Metí la cabeza debajo de la almohada, pero aún así los gritos no cesaban.

—Cállate, Scar —pedí al tiempo que levantaba mi cuerpo de la cama y le daba golpes con la cabecera.

—Dante te manda saludos. Mariana le explico que no podías ir, deberías haber ido anoche; tu mamá y Dante hicieron un fuerte con cobijas y almohadas —decía sonriente—, prepararon panecillos y jugamos. La tía Eleonor nos dejó dormir en el fuerte. Es lo más divertido que he hecho.

—Que bueno que se lo pasaran bien. —Suspiré.

¿Cómo le diría a mi madre que René me vigilaba? No tenía ida. Ver tan feliz a Scar solo significaba una cosa: mamá venía aún más feliz.

—Sí. ¿Quieres ir a una discoteca? —preguntó— Thomas me invitó a una y quiero saber si quisieras ir con nosotros.

—Primero faltas a clases hoy por estar en lo de la tía Eleonor, ahora quieres ir a una fiesta. Creo que te estoy perdiendo, Scar.

Sabía que me hacia falta salir de casa para despejar mi mente, además si yo salía lo más probable sería que Alén fuera detrás de mí. Y era exactamente lo que quería. Bajamos al comedor con mi madre y como era de esperar estaba muy feliz. Estuve dudando el resto de la tarde en si decirle lo que sabía o no. Que en realidad no era mucho. Al final decidí que primero hablaría con René y después le contaría todo lo que me dijera.

Siendo las nueve estaba lista para salir de casa, Scar ya se había marchado, Thomas vino a recogerla. Al salir de casa no tardé ni dos minutos en volver a sentir la sensación de ser perseguida, lo ignoré, ya encontraría el momento exacto para encarar a Alén. Al entrar todo era igual a como lo recordaba de hace unas semanas, chicos y chicas bailando (o más bien restregando sus cuerpos), la mayoría con cerveza en la mano y uno que otro drogándose, creo que no hacía falta decir que Scarleth no fue al mismo lugar que yo. Cuando iba v lugar no era para divertirme, regularmente pasaba directo a la barra y pedía un trago y ese día no fue la excepción.

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora