Capítulo 41

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Abrí los ojos lentamente mientras me acostumbraba a la incandescente luz blanca, me invandió el común olor a hospital: medicamento, higiénicos, enfermedades y muerte. Mis ojos vagaron de un lado a otro dentro de la habitación, el sonido del electrocardiograma llegaba a mis oídos, intenté levantarme un poco, pero me fue imposible. Un terrible dolor asaltó mi cabeza y sentí dolor el mi brazo.

—No te muevas. —Su voz llegó como un susurro lejano. Miré a mi lado y ahí estaba él; se veía cansado y las bolsas debajo de sus ojos eran la muestra de ello.

—¿Qué pasó? —pregunté, recostando mi cuerpo en la incómoda camilla.

—¿No lo recuerdas? —Las camionetas y los hombres vestidos vestidos de negro llegaron a mi mente como un recuerdo nítido.

—¿Cuántos días tengo aquí?

—Te trajeron el lunes por la tarde; hoy es miércoles. Te mantuvieron sedada por el dolor. —Señaló mi hombro.

—¿Dónde está el chico? —quise saber, recordando aquél joven que me pareció tan molesto, pero que también había sido partícipe del ataque al que habíamos sido sometidos.

Él negó con la cabeza lentamente.

—No resistió —dijo, dando a entender lo que ya sospechaba—. Él recibió más balas, una fue directo a su cabeza.

Mi vista quedó fija en las sabanas color azul sobre mi cuerpo.

—Tenía toda una vida por delante. —lamenté. El chico se veía aproximadamente de diecisiete o dieciocho años—. Cómo Connor, y lo peor es que él no era culpable de nada...

Nada más era un chico, en el lugar y el momento equivocado.

—Su familia está muy alterada, sin embargo esta vez no te ves involucrada en el asunto —dijo—. Solo eres una víctima más.

—¿Cómo fue catalogado el ataque? —quise saber.

—Un ataque terrorista... —murmuró—. Eso dijeron los medios de comunicación. Sin embargo nosotros sabemos que fue un intento de asesinato.

Lo miré a los ojos y negué con la cabeza. Él estaba muy equivocado si creía que había sido un intento de asesinato.

—No intentaron asesinarme —contradije—. Es una advertencia, Dave.

De pronto una idea cruzó por mi cabeza.

—Tú me citaste ahí. —Él asintió—. ¿Es que acaso tú sabias lo que iba a pasar?, ¡tú fuiste quien me dijo que fuera ahí!

El sonido del electrocardiograma se volvió más constante.

—Yo no sabía nada. —El desespero embargó su mirada. Recordé que había visto realmente preocupado cuando llegó a mi ayuda después de los disparos, aún así no confiaba del todo en él—. Yo no sería capaz de dañarte, querida.

—¡No me digas querida! —exclamé, colérica—. Perdiste ese derecho hace más de cuatro años, Dave. No vengas a querer enmendar las cosas ahora.

El bajo la cabeza y su mirada se volvió triste y melancólica, lo miré con odio al recordar su estúpida apuesta.

—Me enteré del embarazo. —Esas cuatro palabras bastaron para que mi ánimo se viniera abajo, aunque ya estaba muy por los suelos. Mis ojos se abrieron de manera desmesurada a causa del asombro.

—¿Qui... quién te... te lo dijo? —tartamudeé con la voz quebrada. Mi labio inferior tembló, fijé mi vista en la puerta de la habitación.

—David —respondió—. Unas semanas antes de que llegara a tu gimnasio... Tuve un encuentro con él. Aún me odia ¿sabes?

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora