Capítulo 23

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Buenas tardes, días o noches. Vengo con otro capítulo. ¿Por qué? Porque soy muy ansiosa y no aguanto tanto tiempo sin publicar, los que están desde un mes atrás lo saben 😏.

Aunque diga que actualizo los viernes nunca aguanto hasta el vienes 😂, soy un caso perdido. Casi siempre les ando dando tres o dos capítulos a la semana.

Aquí está, disfruten.

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Saludos, GC.


Me disgustó, pero no le dejé que lo viera, no le iba a brindar el gusto de verme molesta.

Mi plan de hacerlo mi amigo se estaba yendo por un tubo.

—Nada de eso. —Me encogí de hombros mostrando indiferencia—. Tango una vida, la cual me gusta disfrutar, no es mi estilo estar encerrada. El acuerdo consistía en que tendría que estar aquí —repuse—, no que iba a estar encerrada.

Su sonrisa se desvaneció, quise sonreír al lograr mi objetivo pero me contuve. Cuando estuve con mi padre, él siempre admiró mi capacidad para mentir con tanta facilidad y me daba gusto saber que no había perdido la práctica. No quería que se diera cuenta de que me había vuelto loca dentro del departamento o de que había revisado todo el lugar en busca de pruebas o información.

—La cerré porque para mí era necesario salir —espetó— y tú te tenías que quedar o al manos no dijiste que fueras a salir o tuvieras intenciones de hacer algo.

Claro que no tenía planes, hasta que él volvió un caos mi cabeza.

—¿Ahora tengo que rendirte cuentas sobre lo que voy a hacer para poderme acoplar a tu horario? —cuestioné—. Si tienes cosas que hacer, adelante. Nada te impide seguir con ellas, Alén. Pero no intentes retener mi vida para tú poder seguir con la tuya. —Él me miraba como si buscara algo en mí, sin embargo yo no era fácil de leer cuando me lo proponía—. Yo cumplo mi palabra, no voy a irme.

Él movió la cabeza de un lado a otro. No sabía si creía en mí, tampoco me importaba, pero no era justo que me tuviera en cautiverio. Yo no era un animal para estar encerrada, aunque ningún animal merece estar encerrado.

—¿A dónde ibas? —preguntó. Cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que sus músculos se marcaran. ¿Qué no tenía frio?

—A caminar, al parque, gimnasio, a dónde sea que vaya tengo que ir —Fruncí el ceño ante mis palabras, ¿qué dije? Él elevó una ceja—. Al gimnasio, Alén.

O como sea que te llames...

Tenerlo frente a mí era todo un delirio, quería tomarlo del cuello y hacer que dijera toda la verdad sobre quién era y por qué había ocultado su identidad, también quería saber quién era D y si en realidad traicionaba a mi padre. Pero no podía hacerlo de esa forma, si mi padre estaba implicado en el asunto de la identidad me llevaría una buena represión que no estaba dispuesta a soportar y terminaría en una pelea, y no podía darme ese lujo en aquel momento. 

—Bien, espera aquí —dijo antes de dar media vuelta.

—Ahora tengo que seguir sus ordenes —susurré—. ¡Genial, perfecto!

Yo seguía impaciente en el pasillo cuando unos minutos después regresó. Su torso era cubierto por una cazadora negra, debajo de ella una playera blanca, pantalones negros y zapatillas deportivas, su cabello parecía como si con dificultades le hubiera pasado los dedos para intentar arreglarlo. Yo estaba de pie frente a la puerta, él llevaba las llaves en la mano, al ver que no me movía, sin permiso alguno, poso sus manos en mis caderas y me levantó sin dificultad, me dejo a un lado y abrió la puerta. 

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora