—¡No vuelvas a tocarla! —gritó Alén.
—¿Quién te crees tú para decirme que hacer? —rugió el chico de vuelta. Era de la misma altura de Alén.
No pude evitar compararlos, estaban el uno frente al otro, no tenían nada en común, ni sus ojos, ni su cabello, sólo su altura y su musculatura. Nadie a nuestro alrededor era conciente del enfrentamiento que estaba tomando lugar.
—Ella es mía —gritó el castaño. Todo en mí se puso alerta.
¿Qué se cree ese loco maniático vendedor de drogas para decir que yo soy suya?
—Yo no soy de nadie —grité. Di media vuelta tambaleante y me alejé de ambos hombres.
Llegué a la mesa donde estaba las chicas, la cabeza de Marina descansaba en el regazo de Camila.
—Me voy, muchachas —avisé—. ¿Vendrán por ustedes?
—Sí —respondió Camila. Las tres estábamos muy tomadas y nuestras palabras se escuchaban arrastradas—. Bruno ya viene por nosotras.
—Nos vemos entonces...
Sentí un escalofrío cuando el fresco aire de la noche golpeó mi cuerpo, ajusté la cazadora y caminé a mi Jeep. Una mano tomó la mía provocando que me estremeciera un poco, mi mirada cayó en nuestras manos y subió lentamente hasta llegar a sus ojos.
—Vamos a casa, Alice.
—Eso es lo que estaba a punto de hacer.
—No puedes manejar en esas condiciones —se negó.
—He corrido carreras aún peor. —Era verdad, en mi loca juventud había hecho muchas cosas estúpidas.
El vivió a negar con su cabeza. Pasó una mano por debajo de mis muslos y la otra por detrás mi nuca, elevó mi cuerpo de piso. Patalee pero desde mi posición no lograba nada.
—Bajame —grité. Seguí despotricando contra él pero no me prestaba atención. Llegamos al lado del Ferrari y me depósito en el suelo.
Estaba demasiado cerca de mí para mi bienestar. Su vista fue a dar a mi labios y cuando regresó a mis ojos vi que los suyos contenían un brillo: deseo. Nuestras respiraciones estaban mezcladas, mi nariz casi rozaba la suya. Mis ojos bajaron a sus labios, quienes parecían invitarme a probarlos una vez más. Alén estaba cortando la distancian entre nosotros.
Cuando estuvimos a un centímetro de unir nuestros labios bajé la cabeza y la recargue en su pecho.
—Ésto está mal —susurré.
Lo oí suspirar y después sentí su barbilla sobre mi cabeza.
—¿Y entonces por qué me besaste hace cinco días? —quiso saber—. Si sabías que estaba mal, ¿por qué lo hiciste?
—Soy de esas personas que estúpidamente cometen el mismo error dos veces —murmuré—. Siempre hago las la cosas mal...
Dejé descansar la palma de mi mano sobre su pecho, elevé la cabeza para mirarlo a los ojos, pero él miraba al frente, era más alto por consecuencia yo no le estorbaba para mirar. Su mirada carecía de sentimiento alguno, era igual que cuando estuvimos en las carreras de Nueva York.
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Hermoso Peligro
ActionDespués de años de entrenamiento para ser la mejor asesina de Nueva York, Alice huye con su madre. Ambas odiando aquel mundo por completo, queriendo olvidar un horrible pasado; las torturas, los asesinatos, las drogas, las armas y todo aquello ilega...