Capitulo 6

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Los rayos de sol quemaban mi cara. Estiré mis manos y pies, pero estos no salieron de la cama como siempre lo hacían. Olfateé para darme cuenta de que no tenía el aroma de mi habitación.

Esta no es mi cama individual, pensé.

Abrí los ojos lentamente mientras me acoplaba a la luz, parpadeé varias veces para que mis vista no fuera nublada. La cama era matrimonial, a cada lado de ésta se encontraba una mesa de noche con una lámpara encima de cada una, las paredes de color blanco, del lado derecho se podía apreciar una puerta negra. Había un espero frente a la cama, el reflejo que me mostraba no era nada alentador, mi cabello estaba revuelto, debajo de mis ojos se podía apreciar un toque morado, llevaba la misma ropa de anoche, sólo que ahora no tenía puesta mi sudadera.

¿Dónde estoy?

—Ya te has levantado —dijo Alén entrando a la habitación. Di un brinco al escuchar su voz.

—¿Dónde estoy? —pregunté.

¿Cómo llegué aquí?

—En mi casa. Anoche te quedaste dormida en el auto.

Los recuerdos de la noche anterior me golpearon uno a uno: las cerveza, la explicación de Sophie, carta y por último: yo devastada. Cierro los ojos evitando la imagen que mi mente me muestra.

Me levanté de la cama e intenté arreglar mi cabello un poco para darme cuenta de que era imposible arreglarlo.

—¿Dónde esta mi auto? —quise saber. No posia seguir en ese lugar, mamá iba a estar preocupada.

—En el estacionamiento.

—¿Cómo llego al estacionamiento?

Salió de la habitación sin darme una respuesta, así que fui detrás de él.

—¿No quieres desayunar antes? —preguntó. ¿Cómo siquiera podría tener hambre en este momento? Había tantas cosas en mi mente.

—No —respondí—. Tengo que llegar a casa.

Pasamos por una sala de estar y llegamos a lo que supuse era la cocina. Comenzó a sacar algunas cosas del refrigerador y los estantes.

—Por favor —pedí—, dime como llegar a mi auto.

—No. Primero te quiero hacer unas preguntas.

—Adelante.

—¿Por qué el llorabas de anoche? —preguntó, no respondí— ¿Y qué significa cadena que cuelga de tu cuello?

—Sabes que no las responderé. Has dicho que harías unas preguntas, no que tenía que responderlas —agregué.

—Esta bien, solo responde una y te dejaré ir.

Lo pensé un momento, parecía buena oferta. Solo una. ¿Qué tan mala podía ser?

—Pregunta, responderé.

—¿De qué hablabas cuando dijiste: no pude salvarlo?

Mala idea, muy mala idea. Se dio la vuelta para mirarme, otra vez no respondí. Me quedé callada y aparte la vista de sus ojos.

—Puedo buscar sola el auto.

Comencé a caminar fuera, abriendo puerta por puerta. Esta casa era demasiado grande para una persona y casi ninguna habitación tenía muebles. Cuando al fin encontré la puerta para salir fuera y pude ver mi auto, prácticamente corrí. Subí y cerré los ojos esperando que mi respiración se calmara. Escuché los golpes en las ventana. Abrí los ojos y la puerta ya estaba abierta.

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora