Capítulo 14

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Abrí los ojos y lo primero que vi fue blanco. El techo blanco. Sintí una punzada en mi cabeza, me dolía horriblemente. Estiré mis piernas y brazos lentamente.

El recuerdo de mi cuerpo golpeando el suelo me invadió y al instante supe que me había desmayado. Me senté y miré a mi alrededor: a mi costado derecho estaba el sillón y del izquierdo estaba la mesa de centro. Al caer en cuenta de que estaba a en el piso una realidad golpeó mi mente: no había nadie para ayudarme, bien podría haber muerto y nadie se habría dado cuenta de ello, mi madre y Scarleth eran las dos personas más cercanas a mí y no estaban. Ellas eran lo único que tenía. Cerré los ojos con fuerza y lentamente me puse de pie solo para volver a sentarme en el sillón, miré mi alrededor, todo solo. No había nadie.

No te engañes, lo único que estará ahí cuando caigas será el suelo.

Cuánta razón había en aquellas palabras. Había caído y lo único que estuvo ahí fue el suelo, literal. Sonreí con amargura.

—Al menos habrá algo ahí —dije con una sonrisa amarga, para nadie, pero para todos.

Estuve un momento sentada y después preparé mi cena, nada en especial, solo una pasta. Después de haber arreglado mis cosas para universidad me fui a acostar, no habían pasado ni dos minutos y el cansancio comenzaba a abrazarme.

••••

Me levanté de la cama con pereza, me arreglé para mi día escolar, tomé mi bolso, mi cazadora, mi navaja y sin más partí a la universidad. Muchas cosas rondaban en mi mente, ninguna de ellas buena.

Al mirar por los espejos retrovisores me sorprendió no ver el Farrari de Alén, por esa vez detrás de mí venía Rick. Lo ignoré, o almenos lo intenté, ya que me estuve preguntando dónde estaba Alén. No era de incumbencia, lo sabía, pero no me convenía no saber qué estaba haciendo.

Tuve dos examenes, para los cuales ya había estudiado tiempo atrás pues ya nos habían avisado, pero, eso solo logró aumentar mi estrés. Cuando las clases acabaron fui al Jeep a pesar de que tenía ganas de caminar no podía dejarlo varado y tenía que ir al gimnasio a arreglar algunas cosas y hacer llamadas. En eso se basó mi día: trabajo. Verificar el estado de las máquinas de entrenamiento, los sacos de boxeo, comprar nuevos aparatos para el ejercicio físico, firmas, depósitos bancarios y llamadas, en especial una al aeropuerto.

Daan Watson, ¿quién habla?

—Alice Rotter —respondí—. Buenas tardes, Daan. Te llamo para hacerte saber que ya tengo claros los dias que habrá entrenamientos. —Fui al punto, no me gustaban los rodeos—. Será: Lunes, miércoles y viernes. Los viernes entrenará con los chicos, lunes y miércoles será conmigo, claro yo estaré presente los miércoles, sin embargo este miércoles no, ya es tarde. Jonathan y Aáron, más Jonathan que Aáron, serán quienes les darán algunas tacticas de boxeo. Nos vemos el viernes a las 6:00 PM.

Está perfecto. Gracias.

Después de colgar la llamada abrí el cajón donde se encontraba una vieja libreta con algunos números que pensé nunca marcar de nuevo. Pasé mis dedos sobre su numero telefónico y sobre su nombre, no era mi mejor idea, pero anteriormente había tomado algunas desiciones peores. Uno, dos y tres tonos...

Scott Rose aquí —su voz firme y potente sonó como un eco en mi cabeza—. ¿Quién habla?

Joyce Reed —respondí. Tres años atrás así era llamada, tres años atrás todos escuchaban hablar de mí.

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora