Capítulo 45

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Se levantó del sofá y caminó hasta mi dormitorio, mientras acariciaba mi cuello con su nariz, mi piel se erizó al contacto. Sentí las sabanas que cubrían mi cama. Alén recargó su peso en uno de sus antebrazos a los costados de mi cara, levantó mi blusa para acariciar mi abdomen, besó mi cuello y yo reí, me quejé cuando intenté mover mi brazo y terminé lastimandome. Alén se detuvo de inmediato y me miró preocupado.

—¿Estás bien?

Asentí con la cabeza y sonreí para tranquilizarlo.

—No es nada.

—¿No es nada? —cuestionó—. Muñeca, recibiste una bala.

Cuando era joven nadie le tomaba demasiada importancia si yo recibía un disparo y en ese momento todos pensaban que podía morir en cualquier momento. Se acostó en la cama conmigo sobre él. No entendía su afán de estar en mi habitación y acostados en mi cama, siendo que la de él era más grande.

—Ya que te sientes lo suficientemente mejor podemos tener la cita que te había propuesto.

Fruncí la nariz y dejé caer mi cabeza en su pecho.

—No —lamenté—. Una cita no.

Quizá era grosero de mi parte rechazar su petición ya que sería nuestra primera cita, pero a mí no me gustaban.

Alén tomó mi rostro e hizo que lo mirara.

—¿Por qué no?

—No me gustan.

—Quizá si te gustan y no lo sabes porque nunca has salido con la persona correcta —Sonrió—. Sé que te va a gustar.

—Está bien. —acepté resignada.

Él sonrió satisfecho y me abrazó. Su mano acariciaba mi espalda de arriba abajo dentro de mi blusa, desde mi sostén hasta mi cintura, donde comenzaba mi pantalón.

—El sábado a las siete.

—El sábado a las siete —repetí—. Le diré a Ty que lo agregue a mi agenda.

—Olvidaba que siempre tiene su agenda llena, señorita.

Al estar con él me lamenté por haberlo rechazado antes, había perdido mucho tiempo valioso con él. Ya sólo me quedaban un par de semanas a su lado. Nos quedamos abrazados durante mucho tiempo. En sus brazos encontraba la paz que había anhelado por años, la tranquilidad que tanto había extrañado, aquella que sólo había tenido cuando desconocía de los negocios de mi padre. Me contradecía a mí misma al querer marcharme pero también quedarme. ¿Cómo podía querer dos cosas tan distintas al mismo tiempo?

Una vez leí un libro llamado Un Monstruo Viene a Verme. Recuerdo que en aquél libro Conor O'Malley le cuestionaba a el monstruo cómo era posible que él pudiese querer dos cosas tan contradictorias al mismo tiempo. Recordaba perfectamente ese dialogo:

—La respuesta es que no importa lo que pienses —dijo el montruo—, porque la mente entrará en contradicción consigo misma cien veces al día. (...) Tu mente se creerá las mentiras piadosas pero también conoce las verdades que duelen y que hacen que esas mentiras sean necesirias. Y tu mente te castigará por creer en ambas.

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora