Capítulo 37

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Salí del lugar con Alén a mi lado. Estaba cansada; los gritos y el alboroto aún se escuchaban del otro lado de la pared. Los chicos querían ir a celebrar la primera victoria de Daan; pero yo estaba estresada. Necesitaba unos documentos importantes del gimnasio y no los encontraba por ningún lado.

—Cualquiera creería que en lugarde que boxeador ganó la pelea, perdió —comentó Alén a mi lado—. ¿Estás bien?

—Sí, es sólo que no encuentro unos documentos que son muy importantes —mencioné—. Además David no ha hecho nada en algún tiempo, me preocupa que esté planeando algo.

Él se posicionó frente a mí, evitando que yo siguiera con mi andar. Sus manos se aferraron a cada lado de mi cintura e inclinó su rostro para estar mi altura.

—Los documentos ya aparecerán —me dijo—. Y de David no te preocupes, no te hará nada. Yo estoy contigo, muñeca.

Recargue mi cabeza en su pecho. Aunque él me dijera eso yo aún tenía miedo. Ya había pasado demasiado tiempo desde que David había intentando algo contra mi familia y me preocupaba que estuviera por atarcarlos.

Alén tomó mi cara con ambas manos, acercó su rostro al mío y... un grito nos interrumpió.

—¡Se los dije! —La voz de Aaron era inconfundible para mí—. Me deben cincuenta dólares cada uno, Jonathan y Marina.

Miré en dirección a ellos. Jonathan negó sonriendo, mientras Aaron nos señalaba con su dedo índice y sonreía, Marina se veía emocionada, Daan sólo miraba la escena.

—Alice, pensé que nunca lo dirías. Incluso estuve a punto de apostar porque te ibas de Seattle. —Elevé una ceja interrogante, mientras veía cómo Jonathan le entregaba cincuenta dolares a Aaron—. Me has hecho perder cincuenta dolares, mujer. Pero me alegro.

Miré a Alén confundida y, hasta entonces, fui consiente de que aún estábamos muy cerca. Quise alejarme, sin embargo sus manos me lo impidían.

—¿De qué hablan? —interrogó Alén con una sonrisa.

—Jonathan dijo que Alice nunca iba a aceptar lo que siente por ti y yo le dije que en dos meses o dos meses y medio, contando desde el día en que apereciste en él gim. Gané —dijo sacudiendo el billete en su mano.

—Yo no he...

—Perdieron los dos, ella lo aceptó desde hace tiempo atrás.

—¿¡Qué!? —exclamaron los chicos al unísono, mientras Marina gritaba:

—¡Gané! Les dije que ya lo había admitido. ¡Dame el dinero Aaron!

Hace una semana le dije que si me podía conquistar, más nunca le he dicho que sentía algo por él. Y ellos no sabían nada de eso.

—Así como lo escuchan.

—No le hagan caso a Alén —dije, intentando separarme de él, sí, todavía—. Yo no he dicho nada.

—Están muy abrazados —alegó Aaron.

—Y a punto de besarse —agrega Marina, quitándole el billete a Aaron.

Ellos decían la verdad, pero, para mí, esas acciones ya eran comunes: los besos castos, los abrazos, los saludos con un beso; éso ya no era raro. Pero ellos nunca nos habían visto, yo había sido muy precavida con eso, no quería un alboroto. Además, Alén y yo no éramos nada, sólo dos personas que... se besaban y nada más...

Hermoso PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora